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Portada Mi Cuento Fantástico 2017

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Tocar en armonía

Tocar en armonía PRIMER LUGAR - tercer grado

El oso desobediente

El oso desobediente SEGUNDO LUGAR - tercer grado

El gato de cola amarilla

El gato de cola amarilla PRIMER LUGAR - cuarto grado

El planeta Garbaland

El planeta Garbaland SEGUNDO LUGAR - cuarto grado

Mantispinesco

Mantispinesco PRIMER LUGAR - quinto grado

Marysol

Marysol SEGUNDO LUGAR - quinto grado

Un mundo saludable

Un mundo saludable PRIMER LUGAR - sexto grado

La biblioteca secreta

La biblioteca secreta SEGUNDO LUGAR - sexto grado

Mi Cuento Fantástico 2017

La creatividad de la niñez se refleja en este libro que reúne ocho obras ganadoras del Concurso Nacional Mi Cuento Fantástico 2017, en el cual participaron 18.000 estudiantes con la guía de 1.048 docentes en 388 escuelas de Costa Rica.

Desde la primera edición de este certamen, en el año 2012, más de 50.000 niños se han convertido en autores gracias al liderazgo de sus maestros, bibliotecólogos, directores escolares y directores regionales. A través de personajes imaginarios, los estudiantes expresan sus ideas, sus inquietudes y vivencias.

Así, Mi Cuento Fantástico cumple con su objetivo de fomentar la lectura y la escritura creativa en las aulas, implementando los nuevos programas de estudio de Español del Ministerio de Educación Pública (MEP) para primero y segundo ciclos. Si bien aquí se publican los cuentos que obtuvieron primero y segundo lugar en cada nivel –de tercero a sexto año de primaria-, el concurso premia a un total de 36 ganadores.

La versión digital de esta antología se encuentra disponible en el sitio web del concurso (www.micuentofantastico.cr), con una guía para que los docentes puedan desarrollar el proceso de escritura y participar con sus estudiantes en la próxima edición de Mi Cuento Fantástico.

 

Tocar en armonía

Autor: Santiago Rojas Madrigal
Escuela: Kreative Learning School Montessori (Puriscal, San José)
Docente: Isabella Duarte Dorronsoro

Había una vez un chico llamado José. Él vivía en una cabaña vieja y fea, con su madre, su padre y su hermano menor, Juan. El pasatiempo favorito de José era pintar, pero no tenía dinero ni lápices de color, así que usaba materiales de la naturaleza.

Un día él formó una figura un poco peculiar: era un circulito rellenito, hecho de barro, que al lado tenía una línea fina, tan fina como una aguja, que José hizo utilizando la ramita de árbol más fina que encontró. De pronto su figura empezó a temblar, como un taladro, y de repente ¡su dibujo había cobrado vida!

José quedó deslumbrado y notó que tanto el círculo como la rama ahora eran firmes. A él le costaba hacer amigos, pero con su dibujo no tuvo miedo; por el contrario, se sintió feliz. El chico abrazó el dibujo y, en ese momento, un dulce sonido se escuchó.

El dibujo comenzó a hablar y le dijo: -Oye José, creo que tú te has presentado, pero yo no; me llamo Negra y soy parte de la familia de las figuras musicales. - ¿Por qué cuando te abrazo suenas así?, preguntó José.

Negra respondió: - ¡Porque para eso servimos, junto con mi familia hacemos música! Por cierto José, he notado que tienes mucha imaginación, déjame ver…. Tengo un reto para ti, dibuja a mis hermanos y hermanas y verás, pero para eso necesitamos ¡incremento de la imaginación!

- ¿Y para qué sirve ese incremento?, preguntó José sorprendido.

- Sirve para que imagines más, tontillo ¡Su mismo nombre lo dice!, - dijo Negra sonriendo.

José aceptó y luego comenzó a sentir unas cosquillitas en su cabeza, como si le estuvieran haciendo un masajito. Negra dijo: - Tengo que irme, cuando quieras hablar conmigo solo toca el dibujo.

Se abrazaron y Negra se fue de clavado al dibujo. En ese mismo momento, Juan llegó de la escuela y preguntó - ¿Qué hacías José?

- Pintaba Juan-, respondió José asustado.

- ¡Qué bonito te quedó este!-, le dijo el hermano.

- Gracias, se llama Negra.

- ¿Negra? Hummm… qué bonito nombre. Bueno José, tengo que hacer tarea, luego jugamos.

José se quedó pensando a qué se refería Negra cuando hablaba de hermanos y hermanas, hasta que se quedó dormido y empezó a soñar. En el sueño vio a todos los hermanos de Negra: estaban Blanca, la melliza de Negra; Don Puntillo el papá y Semi Corchea la abuelita. Se dio cuenta de que era una familia feliz y alegre. Negra y Blanca jugaban, Semi Corchea tejía, Don Puntillo veía la televisión y la Sra. Redonda lo acompañaba.

De repente las figuras musicales lo alzaron como si fuera un rey y todas decían “!José, José, José!” y él les respondió: “Gracias, pero en realidad yo quiero verlos en la vida real”. Las figuras respondieron, “¡Te daremos las pistas para dibujarnos!”

Una por una fueron diciéndole cómo dibujarlas.

- Haz como hiciste con Negra, solo que déjame en blanco-, dijo Blanca.

Redonda siguió: - Para mí, solo dibuja un óvalo acostado.

Don Puntillo, con una voz grave dijo: - Soy negra y blanca solo que con un punto.

Semi Corchea continuó: - Soy dos negras unidas en equipo-. José no entendió muy bien, pero al verla se inspiró.

- ¡Gracias por los consejos, pero ya me tengo que ir!- dijo José. Todas las figuras juntas se despidieron de él.

José despertó y justo en ese momento escuchó a sus papás diciendo “¡Hora de dormir!” Era de noche, pero José se puso a pintar hasta que se quedó de nuevo dormido.

En la mañana, desde temprano José siguió los consejos y fue dibujando uno a uno los miembros de la familia de Negra. Cuando terminó, muy emocionado llamó a sus papás: - ¡Papá, mamá, vengan!

Ellos fueron y quedaron deslumbrados al ver lo que pasó. Las notas formaron un portal, José y su familia entraron y vieron a cuatro hadas, las cuales dijeron: - Hola José, nosotras somos las hadas musicales, somos Esperanza, Fe, Generosidad y Valor; si algún niño nos pierde, perdería su vida.

- ¿Y alguna vez alguien lo ha hecho? – preguntó José.

- No, por eso todos los niños son alegres-, dijeron las hadas. Pero tú eres especial y por eso te concederemos un deseo.

- ¡Ya sé! Quiero que todos los niños del mundo sean felices y disfruten siempre de la música – dijo el chico.

Las hadas dijeron que sí y, a partir de ese momento, el mundo vivió en paz y armonía. Negra y su familia se despidieron de José y su familia, sabiendo que habían cumplido su misión, ¡llenar el mundo de música!

Había una vez un chico llamado José. Él vivía en una cabaña vieja y fea, con su madre, su padre y su hermano menor, Juan. El pasatiempo favorito de José era pintar, pero no tenía dinero ni lápices de color, así que usaba materiales de la naturaleza.

Un día él formó una figura un poco peculiar: era un circulito rellenito, hecho de barro, que al lado tenía una línea fina, tan fina como una aguja, que José hizo utilizando la ramita de árbol más fina que encontró. De pronto su figura empezó a temblar, como un taladro, y de repente ¡su dibujo había cobrado vida!

José quedó deslumbrado y notó que tanto el círculo como la rama ahora eran firmes. A él le costaba hacer amigos, pero con su dibujo no tuvo miedo; por el contrario, se sintió feliz. El chico abrazó el dibujo y, en ese momento, un dulce sonido se escuchó.

El dibujo comenzó a hablar y le dijo: -Oye José, creo que tú te has presentado, pero yo no; me llamo Negra y soy parte de la familia de las figuras musicales.

- ¿Por qué cuando te abrazo suenas así?, preguntó José.

Negra respondió: - ¡Porque para eso servimos, junto con mi familia hacemos música! Por cierto José, he notado que tienes mucha imaginación, déjame ver…. Tengo un reto para ti, dibuja a mis hermanos y hermanas y verás, pero para eso necesitamos ¡incremento de la imaginación!

- ¿Y para qué sirve ese incremento?, preguntó José sorprendido.

- Sirve para que imagines más, tontillo ¡Su mismo nombre lo dice!, - dijo Negra sonriendo.

José aceptó y luego comenzó a sentir unas cosquillitas en su cabeza, como si le estuvieran haciendo un masajito. Negra dijo: - Tengo que irme, cuando quieras hablar conmigo solo toca el dibujo.

Se abrazaron y Negra se fue de clavado al dibujo. En ese mismo momento, Juan llegó de la escuela y preguntó - ¿Qué hacías José?

- Pintaba Juan-, respondió José asustado.

- ¡Qué bonito te quedó este!-, le dijo el hermano.

- Gracias, se llama Negra.

- ¿Negra? Hummm… qué bonito nombre. Bueno José, tengo que hacer tarea, luego jugamos.

José se quedó pensando a qué se refería Negra cuando hablaba de hermanos y hermanas, hasta que se quedó dormido y empezó a soñar. En el sueño vio a todos los hermanos de Negra: estaban Blanca, la melliza de Negra; Don Puntillo el papá y Semi Corchea la abuelita. Se dio cuenta de que era una familia feliz y alegre. Negra y Blanca jugaban, Semi Corchea tejía, Don Puntillo veía la televisión y la Sra. Redonda lo acompañaba.

De repente las figuras musicales lo alzaron como si fuera un rey y todas decían “!José, José, José!” y él les respondió: “Gracias, pero en realidad yo quiero verlos en la vida real”. Las figuras respondieron, “¡Te daremos las pistas para dibujarnos!”

Una por una fueron diciéndole cómo dibujarlas.

- Haz como hiciste con Negra, solo que déjame en blanco-, dijo Blanca.

Redonda siguió: - Para mí, solo dibuja un óvalo acostado.

Don Puntillo, con una voz grave dijo: - Soy negra y blanca solo que con un punto.

Semi Corchea continuó: - Soy dos negras unidas en equipo-. José no entendió muy bien, pero al verla se inspiró.

- ¡Gracias por los consejos, pero ya me tengo que ir!- dijo José. Todas las figuras juntas se despidieron de él.

José despertó y justo en ese momento escuchó a sus papás diciendo “¡Hora de dormir!” Era de noche, pero José se puso a pintar hasta que se quedó de nuevo dormido.

En la mañana, desde temprano José siguió los consejos y fue dibujando uno a uno los miembros de la familia de Negra. Cuando terminó, muy emocionado llamó a sus papás: - ¡Papá, mamá, vengan!

Ellos fueron y quedaron deslumbrados al ver lo que pasó. Las notas formaron un portal, José y su familia entraron y vieron a cuatro hadas, las cuales dijeron: - Hola José, nosotras somos las hadas musicales, somos Esperanza, Fe, Generosidad y Valor; si algún niño nos pierde, perdería su vida.

- ¿Y alguna vez alguien lo ha hecho? – preguntó José.

- No, por eso todos los niños son alegres-, dijeron las hadas. Pero tú eres especial y por eso te concederemos un deseo.

- ¡Ya sé! Quiero que todos los niños del mundo sean felices y disfruten siempre de la música – dijo el chico.

Las hadas dijeron que sí y, a partir de ese momento, el mundo vivió en paz y armonía. Negra y su familia se despidieron de José y su familia, sabiendo que habían cumplido su misión, ¡llenar el mundo de música!

El oso desobediente

Autor: Kristín Yaiza Valencia Matamoros
Escuela: La Colina (Limón)
Docente: Cindy White Little
Biliotecóloga: Yolanda Dixon Perry

Había una vez, en un bosque, un oso llamado Tedy. Era un oso adolescente, por lo que siempre soñaba con explorar el mundo. Todos los días se iba a la montaña más alta a mirar la gran ciudad. Pasaba largas horas sentado en la cima, soñando con poder vivir como los humanos.

Observaba que los niños se divertían jugando en los parques, rodeados de otros animales. Cada día, su deseo crecía más y más. Ansiaba tanto hacer realidad sus sueños que una mañana, muy entusiasmado, el osito decidió correr a contarle su gran deseo a su madre, la Osa Cariñosa.

Al escucharlo, inmediatamente la mamá le respondió con una voz temerosa y a la vez molesta:

- ¡Cómo se te ocurre semejante barbaridad! ¿No recuerdas lo que esos humanos le hicieron a tu padre aquella noche?-. Con lágrimas en los ojos, su mamá le recordó la noche en que unos despiadados cazadores atraparon a su padre y lo asesinaron por defender a la manada y que esa misma noche capturaron a su tío Berni y se lo llevaron enjaulado.

-¡Sí mamá! Muchas veces me contaste la historia de cómo nos arrebataron a papá antes de que yo naciera -, respondió Tedy.

- ¿Y aun así quieres ir y arriesgar tu vida, hijo? – le respondió su mamá - ¿No te das cuenta de que los humanos y nosotros los osos no podemos convivir?

- ¡Míralos ma, ellos juegan con sus mascotas y se divierten! -, le insistía Tedy, señalándole a unos niños que llevaron a sus mascotas ese día al parque. - ¡Mira lo felices que son! ¡Déjame ir, por favor mamita!

Mamá Osa muy enojada le respondió que no. - ¡Deja de insistir hijo y a partir de hoy tienes prohibido hablar del tema! -.

Pasaron los días y Tedy no quiso renunciar a su sueño. Un día, mientras su mamá salió a hacer compras, él decidió empacar un pequeño bultito, donde metió un abrigo y algo de comida, e irse a la gran ciudad.

De camino, bajando por la colina, se encontró a una ardilla llamada Lori. A Lori le gustaba mucho la aventura, por eso rápido se hicieron grandes amigos. Tedy le contó a Lori su plan de ir a la ciudad y convivir con los humanos. Lori lo escuchó atentamente, pero luego, muy preocupada al ver al oso desprotegido, le advirtió del gran peligro que corría por andar caminando solo por ese lugar, a pocas horas de caer la noche.

La ardilla le propuso pasar la noche en una cuevita segura que ella conocía, lo cual el oso aceptó. Pasaron las horas y Tedy no podía dormir, estaba tan ansioso de llegar a la cuidad que decidió sentarse a observar las estrellas y contar las horas que faltaban para ver el amanecer.

Por fin amaneció. Entró a la cueva a despertar a Lori y reiniciaron su viaje, caminaron varias horas y llegaron a su destino. El oso no podía creer lo que veían sus ojos, quedó impresionado de ver una gran ciudad, los edificios, los parques, pero sobre todo las personas que vivían en ella. Estaba muy contento, su sueño al fin se hizo realidad.

Caminaron varias cuadras y llegaron a un parque donde había muchos niños jugando; de manera temerosa y silenciosa, se fueron acercando poco a poco. De pronto, unos padres asustados, al ver al gran oso Tedy, pidieron auxilio a los guardaparques que trabajaban cerca del parquecito. Tedy y Lori también se asustaron y trataron de huir, con tan mala suerte que, en el intento de atraparlos, los guardaparques les dispararon y uno de los dardos impactó al oso. Su amiga Lori sí logró escapar y esconderse. Mientras el dardo iba haciendo efecto, Tedy recordaba las palabras de su mamá, hasta quedarse profundamente dormido.

A la mañana siguiente, al despertarse, se encontró dentro de una jaula pequeña. Vio a su alrededor y todo estaba oscuro y solitario. Intentó salir de ella, pero no lo logró. Lloraba y lloraba y, sobre todo, extrañaba mucho a su mamita. Pasaron varios meses y seguía enjaulado, estaba muy triste y solo pensaba en su mamá y en lo bonito que era vivir libre en el bosque.

Un día trasladaron a Tedy al Zoológico Fantasía. Este se encuentra ubicado en otra parte de la ciudad y su dueño decidió presentarlo como la nueva atracción del lugar junto a otro oso que tenía más tiempo viviendo allí. No sospechaba que era su tío, que tenía mucho tiempo perdido. Al pasar los días Tedy se hizo amigo del viejo oso Berni. Este le enseñó trucos para entretener a las personas que los visitaban, le enseñó cómo debía actuar y le presentó a otros amigos que eran sus compañeros dentro del zoológico.

Con el tiempo los osos se hicieron súper amigos y compartían sus historias. Un día Tedy estaba muy triste y Berni le preguntó: - ¿qué tienes? Tedy le contó su triste historia, le contó que su mamá le había advertido de los peligros que había en la ciudad y que los humanos y los osos nunca podrían convivir, y que él estaba muy arrepentido por no haberle hecho caso a la mamá. Cada vez se sentía más solo y, de no ser por la compañía de Berni, no sabría qué hacer.

Una noche, mientras todos los animales estaban durmiendo, Tedy decidió contarle a Berni la historia de lo que le pasó al papá por defender a la manada y que su tío estaba perdido desde aquel día. Berni no podía creer lo que estaba escuchando, la historia que le contaba tenía muchas casualidades con lo que a él le había ocurrido en el pasado.

- ¿Cómo se llama tu mamá?-, le preguntó Berni a Tedy. Este le respondió: - Se llama Osa Cariñosa.

Al escuchar el nombre de su hermana, Berni se echó a llorar y le dijo a Tedy: - ¡Yo soy tu tío, Berni! Los dos se abrazaron muy contentos. Berni le contó que su padre, Toby, fue un oso muy valiente, y que el día que lo capturaron este dió su vida por él y que por eso estaba tan agradecido.

- Ahora, sobrino, mi gran deseo es que ambos regresemos a casa para reunirnos con tu mamá, porque debe tener el corazón destrozado por tu desaparición-, concluyó el tío.

Pasaron tres años y, para sorpresa de ellos, el alcalde de esa ciudad ordenó al dueño del zoológico que debía cerrar y liberar inmediatamente a todos los animales que tenía, en el bosque más cercano. Esa noticia les alegró mucho. De inmediato los dos osos iniciaron el largo viaje de regreso a casa. Estaban muy contentos, ansiosos y agradecidos, contaban las horas para poder regresar a su hogar y reencontrarse con su manada y, principalmente, con la Osa Cariñosa.

Cuando llegaron al bosque, los tres osos se abrazaron muy felices por volverse a encontrar. Tedy le pidió perdón a su mamá por haberla desobedecido y prometió no volverlo a hacer nunca más. Moraleja: Debemos ser obedientes con nuestros padres porque ellos quieren lo mejor para nosotros.

El gato de cola amarilla

Autora: Luis Eduardo Camacho Astúa
Escuela: San Rafael (Desamparados)
Docente: Eida Gutiérrez Aguirre

Todos conocemos la historia de muchos gatos callejeros, unos andan con hambre, otros andan con frío, unos andan sin pelo y otros andan golpeados; pero la historia que les voy a contar es de un gatito de cola amarilla, llamado Yak, que vivía en las calles de Cartago.

El gatito de cola amarilla dormía dentro del mercado de Cartago, era un gato de la calle. Su mamá lo criaba y protegía, pero ella murió arrollada por las ruedas del tren cuando intentaba ir a buscar comida para su hijito. Yak vio el accidente y gritaba a todos sus amigos gatos que le ayudaran con su mamá. El viejo gato se le acercó y le dijo. –Hijo, ya no hay nada que hacer por tu mamá.

Entonces Yak corrió y corrió descontrolado por todas las calles de Cartago hasta que se agotó, se acostó sobre unos cartones viejos en una bodega y se echó a llorar toda la tarde.

El viejo gato y sus amigos se fueron a buscarlo para decirle que ya habían recogido a su mamá y que no sabían a dónde se la llevaron. Yak se puso muy triste, se tiró en el regazo del viejo gato y le decía: –¿Ahora qué voy a hacer sin mi mamá? Yo no sé cazar ratones ni palomas para alimentarme, porque mi mamá siempre me traía la comida. Ella me llevaba para que tomara agua dulce del manantial y yo no conozco el camino-. Sus amigos al ver aquel cuadro, se pusieron muy tristes y lo abrazaron.

Por mucho tiempo, como era muy pequeño, lo único que Yak podía cazar eran saltamontes. Un día, aburrido de comer sólo eso, se decidió a salir de su refugio e ir a buscar comida. Cuál fue su sorpresa al ver que, no muy lejos de ahí, había una fiesta en un jardín de una casa muy grande y lujosa, entonces él se subió a un árbol para observar qué era lo que pasaba. A su nariz llegó un maravilloso olor a comida y pensó “¿cómo hago para probar de esa comida que huele tan rico?”

Estaba pensando en eso cuando algo le llamó la atención. Había varios gatos callejeros encaramados en el mismo árbol y todos le decían que se fuera, que ese árbol era de ellos. Yak contestó: –¿Por qué me están echando, si aquí hay campo para todos?- El gato más grande se le tiró encima y, de un solo zarpazo, lo tiró al suelo.

Yak quedó lastimado en el piso, dentro de la propiedad donde se llevaba a cabo la fiesta. Intentó ponerse en pie pero no pudo, estaba muy adolorido tras el golpe que sufrió al caer. La niña a la que le estaban haciendo la fiesta se le acercó, lo miró y de pronto comenzó a gritar:

- ¡Mami, papi, miren qué hermoso, es un gato de cola amarilla!

Como Yak estaba malherido no logró moverse para huir. La niña lo alzó y se lo llevó adentro de la casa, lo limpió y le puso un lazo. Yak al principio estaba muy asustado, pero, cuando le dieron de comer, se puso feliz. La niña se lo llevó en sus brazos para enseñárselo a los demás chiquitos que estaban en la fiesta. Todos se olvidaron del festejo y se aglomeraron para acariciar al gato cola amarilla.

Cuando terminó la fiesta, todos los gatos callejeros que estaban en el árbol bajaron para comer de las migas que habían quedado, pero los dueños de la casa les echaron agua caliente y los mininos salieron despavoridos. Yak los observó por la ventana y, en lugar de ponerse feliz, se puso triste, porque ellos no tenían qué comer. Al observar la mirada triste de su gatito, la niña fue al patio y les dejó un trozo de pastel. Entonces Yak maulló y maulló, llamándolos para que comieran. Todos llegaron con mucho temor, pero pudieron comer.

Al terminar de comer, todos los gatos callejeros se subieron al árbol y entonaron una canción para darle las gracias al gato de cola amarilla, porque gracias a él habían podido comer un manjar, y se disculparon por lo mal que lo habían tratado.

Yak recordaba a su mamá, pero dejó de estar triste porque ahora tenía un hogar, tenía comida, tenía quien lo arrullara y lo calentara en los días fríos de mucha lluvia y truenos, porque la niña era muy especial con él. Yak ya no era un gato callejero del mercado de Cartago. Ahora era un gato muy fino, único en su especie. El Gato de Cola Amarilla.

El planeta Garbaland

Autora: Sofía Mora Jara
Escuela: Juan Enrique Pestalozzi (San José Norte)
Docente: Maricruz Obando Villagra
Bibliotecólogo: Edwin Martín Gómez Ramos

Había una vez, a millones de años luz de nuestro hogar, un planeta bastante oscuro y desagradable; en toda la galaxia no existía nada igual, su nombre era Garbaland. A lo largo se podía ver que este planeta tenía las montañas muy sucias y los ríos contaminados, con un color difícil de distinguir debido al mal cuidado de sus habitantes: los Garbayes.

Estos seres eran diferentes a cualquier ser de nuestro planeta. Su piel era multicolor y su cabello dorado, tenían los pies muy grandes y múltiples ojos de diferentes tamaños; algunos era gordos y otros flacos. Su personalidad era muy extraña, algunos eran muy enojones y no tenían sentido del humor, pero algo que sí tenían todos en común es que eran muy sucios y desordenados.

En este planeta los ríos eran viscosos a causa de los químicos y desechos que tiraban en ellos; las montañas y los bosques poco a poco iban desapareciendo, dando paso a toneladas de basura, los parques ya no eran divertidos.Sus casas tenían basura por todo lado, el baño no lo lavaban, la cocina era un desorden y olía muy mal porque los Garbayes siempre tiraban los sobros de comida por ahí y no se fijaban en la suciedad que producían, mucho menos notaban la contaminación que mantenía a Garbaland tan oscuro.

En medio de tan triste planeta, los Garbayes más chicos pasaban muy aburridos porque ya no podían jugar en ningún sitio y no entendían por qué su hogar era así. Los días iban pasando y todo era igual, el mismo desorden y la misma suciedad.

Por tanta contaminación, los alimentos y el agua empezaron a desaparecer, los Garbayes enfermaron y poco a poco empezaron a morir. Preocupado, el rey Garbaye decidió rescatar a sus habitantes trasladándose a un planeta cercano que estaba deshabitado. Empacaron sus cosas en los garviones, que eran naves grandes y muy herrumbradas por el descuido; en ellas podían viajar cuatro ó cinco pasajeros, tenían muchos botones y usaban un tipo de gasolina verde llamada Grinalina. Partieron tristes por dejar su planeta, pero con la ilusión de encontrar un lugar mejor.

Luego de un largo viaje llegaron a un planeta donde todo estaba en su lugar, tenía un olor agradable, era claro y pintaba una buena vida, pero poco valió el esfuerzo de su viaje, ya que pronto todo se volvió maloliente y sucio. Los Garbayes con asombro se preguntaron: - ¿Por qué? No se daban cuenta de que sus malas costumbres dañaron el lugar donde vivían, desperdiciaron el agua, cortaron todos los árboles y botaron basura por todos lados, convirtiendo un lugar lleno de vida en un lugar triste y desagradable.

Un día los Garbayes más jóvenes, viendo en lo que su nuevo planeta se había convertido, pensaban tristes: - ¿Por qué pasa esto?-. Intrigados, los jóvenes se dedicaron a observar el diario vivir de sus vecinos, sus amigos y familiares; así se dieron cuenta de que, lamentablemente, quienes estaban destruyendo su planeta eran sus propios habitantes. Poco a poco fueron identificando cada uno de los malos hábitos con los que habían vivido hasta ese momento.

Los jóvenes iniciaron la tarea de pensar cómo podían ayudar a evitar el desperdicio y la contaminación, descubrieron que se podían reutilizar las cosas e idearon planes y proyectos para presentarlos al rey. Acudieron ilusionados en poder ayudar a su planeta y a todos los Garbayes, pero el rey, que era malhumorado y testarudo, no les dio importancia y los mandó de regreso a sus casas.

Tristes, los jóvenes compusieron una canción de todo lo que habían visto para crear conciencia entre los Garbayes, sin imaginar que iban a tener tanto éxito y que a todos les iba gustar. ¡Su canción cruzó fronteras! Fue escuchada en todos los planetas de la galaxia y todos la cantaban.

Había un planeta que se llamaba Clinaland. Entusiasmados por conocer a los Garbayes, los invitaron a dar un concierto y estos aceptaron sin dudarlo. Cuando llegaron, quedaron sorprendidos al ver aquella ciudad tan limpia y reluciente, de inmediato se dieron cuenta de que vivían de una manera muy ordenada y con muy buenos modales.

Ilusionados, le pidieron a la reina Clinalita si podía invitar al rey Garbaye y así, tal vez, él querría imitar su buen vivir. Ella se sintió tan halagada por lo que le solicitaron los jóvenes que no solo invitó al rey, sino también a todos los habitantes de Garbaland.

El rey Garbaye aceptó la invitación y en caravana viajaron todos los habitantes del oscuro planeta rumbo a Clinaland. En medio de una calurosa bienvenida, todos inmediatamente se enamoraron de tan bello y limpio planeta. Pasaron varios días ahí y se dieron cuenta de que era posible no destruir su hogar, pusieron todos de su parte y aprendieron a reducir, reutilizar y reciclar.

Al cabo de unos meses, y con una nueva y querida amistad, los Garbayes partieron de regreso a Garbaland con muchas ganas de trabajar en equipo para luchar por un planeta mejor.

Mantispinesco

Autora: Estefanía Casanova Castillo
Escuela: Centro América (San José Central)
Docente: Yendry Castro Azofeifa

Eran cerca de las once de la noche y yo sentía el peso pujante de mis párpados luchando por unirse uno con el otro. La noche se sentía fría y apagada, a la distancia se escuchaban los ladridos de un perro vigilante, el rugir de un vehículo noctámbulo, veloz y despreocupado o el compás incansable de una gotera en el patio. Con los ojos ya cerrados mis pensamientos se apagaban con lentitud. Me mantuve así por algunos minutos, cuando empecé a percibir resonantes murmullos que se acercaban a mi oreja derecha.

Pensé que se trataba de memorias o de voces del subconsciente, pero el sonido incrementaba y me empezaba a incomodar; fue así que me volteé de lado e ignoré lo que fuese que importunaba mi sueño. Aunque lo intenté, los murmullos no cesaban y me acosaba la presencia del insomnio, el cansancio acumulado me empezaba a poner irritable. Abrí los ojos de golpe para averiguar la fuente de aquel ruido molesto, me saqué la cobija bruscamente y me senté en la cama esperando haber espantado al impertinente invasor.

Fue entonces cuando lo vi. Junto a mi almohada se posaba una mantis grande como mi mano, cuyo color no distinguía por la opacidad de la noche, con unos ojos desproporcionados que me miraban con cierta ternura hostigadora. Al principio me impresionó en gran manera, mas la fatiga confundía mis sentidos. El insecto continuaba inmóvil, intentando vocalizar un vocablo inexistente en lenguaje alguno.

¿Qué necesitas amiga? ¿Por qué no me dejas dormir?-, le dije yo, a la vez que me burlaba de la tontería de querer hablar con aquél bicho. No terminaba de enunciar tales interrogantes cuando me percaté de que, en la mesita donde está mi lámpara, se encontraba otro par de mantis vigilando a su compañera. Cuando se percataron que yo no representaba riesgo alguno se acercaron, murmullando también en el mismo idioma ininteligible.

Agobiada y exhausta tomé de nuevo la cobija y, como haciendo una pequeña tienda, me tapé por completo, de pies a cabeza, sin dejar un solo espacio por donde pudieran pasar aquellas intrusas. En la tranquilidad de mi nuevo refugio pude dormir con pesadez, creo que hasta roncaba pues me despertaba de vez en vez sin razón aparente, pero volvía a mi sueño con prontitud.

La parsimonia de mi burbuja de telas empezó a convertirse en desesperación. Entre las cobijas no iba a traspasar nada, para mi desgracia tampoco lo haría el aire, me empezaba a sofocar y tuve que sacar mi cabeza con desesperación en busca de una bocanada de aire.

La sorpresa me golpeó con la fuerza de un ferrocarril al notar que sobre mi lecho había más insectos que cabellos en mi cabeza. Eran incontables, infinitos, una marea de patas y antenas que se arremolinaban en un frenesí incontrolable. No supe cómo reaccionar en ese momento (creo que nadie sabría), el caos que se vivía en mi cuarto era solo comparable con el caos de sentimientos que desbordaban mi mente. Sentí pánico, indignación, coraje y otros sentimientos que nunca había sentido y que no puedo describir.

Entonces tomé la sábana de mi cama y, en un acto desesperado, la sacudí violentamente; los pobres bichos salieron expulsados hacia todos los rincones de mi habitación, algunos se lastimaron y se quejaban con amargura. Noté en sus pequeños ojos la misma confusión que sentí yo y eso me hizo sentir muy mal; después de todo, solo quería calma en mis aposentos y esta situación me estaba llevando a la locura.

Con esta situación atormentando mis pensamientos decidí hacer algo para solucionarla, no tenía claro lo que debía hacer, fue una cuestión de instinto (tal vez). Observé el reloj de la pared para intentar incorporarme a la realidad, era ya de madrugada pero los rayos del sol aún no iluminaban el cielo.

Me levanté de la cama con cautela para no dañar más a los insectos, tomé el abrigo que colgaba junto a mi lámpara y me dirigí al jardín. Todo se veía opaco y sombrío. Abrí la puerta trasera y salí descalza y un poco adormecida; al pisar el césped húmedo y frío sentí un golpe de energía, como una descarga eléctrica que me ayudó a despertar.

Tomé unas cajas y herramientas que se mantenían tiradas bajo una pileta y empecé a construir un hogar para la multitudinaria población de insectos que habitaban mi cuarto, esa fue mi gran idea, lo único que se me ocurrió hacer. Con cada clavo que martillaba aumentaban también las dimensiones de aquella invención mía.

Cuando finalicé, la estructura rebasaba mi altura. Era todo un estorbo en mi jardín pero era un mal necesario, mejor eso que soportar a una plaga durmiendo en mi cama.

Entré de nuevo a la casa y me conduje hasta la habitación en busca de las mantis, quería guiarlas hasta su nuevo hogar; sin embargo, al entrar sólo encontré el cuarto oscuro y vacío, como si todo hubiese sido un sueño.

En ese instante sentí gran alivio y a la vez tristeza por lo acontecido, pero no podía hacer ya más nada. Ha pasado una semana desde los extraños sucesos de aquella noche y la esperanza de volver a ver a tales insectos se ha desmoronado como un castillo de arena golpeado por las olas.

De cierta manera me siento en deuda con aquellos bichos, las cosas hubiesen sido diferentes si hubiera comprendido su mensaje, si tan solo supiera hablar Mantispinesco, el idioma de las mantis. No comprendo cómo sé de la existencia de tal lenguaje, creo que debo agradecer a mi instinto, aunque también sé que no debo confiar mucho en este.

Muchas veces herimos a otros sin así desearlo, nos aterroriza lo que no entendemos y reaccionamos con violencia. Al final, la única solución es escuchar el mensaje e intentar comprender.

Ahora me levanto todas las mañanas con la vista en un aparatejo de madera que me provoca melancolía, la incertidumbre de lo que no fue pero pudo haber sido. Mis amigas las mantis, aunque nunca fueron mis amigas.

Marysol

Autora: Lucía Méndez Araya
Escuela: Elías Jiménez Castro (Desamparados)
Docente: Franklin Arrieta Barrantes
Bibliotecóloga: Ana Cecilia Pizarro

En una playa hermosa de arena blanca y mar azul vivía Marysol, una niña de tez morena, con un cabello muy rizado. Su casa estaba en una pequeña loma rodeada por el mar; aunque no tenía muchos bienes, su familia la hacía sentir muy dichosa. Marysol tenía un don especial: desde muy pequeña se sentaba en el corredor de su casa a dibujar y desde ahí veía las puestas del sol; todo ese escenario la inspiraba y era evidente que sus dibujos no eran garabatos, sino el resultado de una mano bendecida por el mismo Dios.

Muchas veces corría descalza por la loma de la montaña hasta llegar a la playa, con un banquito, un puño de hojas blancas, lápices y un borrador, para que su inspiración fuera aún más grande ante el sonido del majestuoso mar. Sus padres eran sus más fieles admiradores y su hermanito Tony, entre garabatos, intentaba imitar las obras de arte de su hermana.

Una tarde, mientras estaba dibujando, le pareció que en su dibujo algo se movía y pensó: “¡Es mi imaginación, es una locura!” Pero claro, con once años y una mano prodigiosa, es probable que la imaginación estuviera yendo un poco más allá. ¿Cuántas veces había experimentado las más emocionantes aventuras, a pura imaginación?

Se asustó tanto que corrió a esconderse detrás de un mueble, al ver su dibujo moverse en la hoja. ¿Estaba alucinando? Todo se paralizó dentro de ella cuando vio que ya el dibujo no solo tenía movimiento, sino también sonido. Pegó un grito y brincó diciendo: ¡mami!

Su mamá estaba en el patio y le preguntó, - ¿qué pasa Marysol?

- Me asusté, mami, no me vas a creer, pero mi dibujo se está moviendo, ¡ven a ver, ven a ver!, gritaba Marysol.

Se precipitaron dentro de la casa hasta llegar al corredor, pero su dibujo era solamente eso, una bella pintura de un mar tranquilo, un sol brillante y muchos delfines, unos dentro del agua y otros en el aire saltando.

- ¡Mamá créeme, se movía, yo lo vi y la escuché, la pintura tenía vida!

Su madre, muy conmovida por la reacción de su hija, la tranquilizó y la abrazó. - ¡Todo está bien, no te preocupes, ya pasó!-, le dijo.

Después de pasadas unas horas, al caer la tarde, Marysol tuvo el coraje para salir otra vez a estar sola con su dibujo, mientras su mamá en la cocina preparaba la cena para su papá que pronto vendría de trabajar con su hermanito.

Marysol pensó, “puede que estuviera tan consumida en mi dibujo que por eso vi y sentí esas cosas… voy a seguir el dibujo, no lo he terminado”.

Cuando ella sacaba el caballete y los implementos para dibujar, normalmente lo hacía después de ver algunas imágenes que la inspiraban. Esa mañana inició un dibujo del mar, delfines, sol, su amada loma y quería también hacer un barco de pesca con un niño saludando.

Con mucha valentía tomó sus pinceles y empezó a dibujar, hasta ese momento todo estaba muy quieto. Una vez terminado su dibujo, comenzó la magia.

Sí, lo sé, esto es increíble, pero estaba pasando otra vez: se movía el mar, los delfines saltaban y hacían ese peculiar sonido, el barco se movía de un lado a otro, y el niño que Marysol acababa de dibujar la saludaba con una sonrisa que hizo que ella quedara como hipnotizada. Esta vez aquella niña asustada se quedó muda contemplando su dibujo, hasta que, después de unos minutos, todo quedó inmóvil como se supone que deben ser los dibujos.

Al día siguiente tomó un caballete, un lienzo nuevo y sus acuarelas para dar vida a otro dibujo. Esta vez pintó una hermosa cabaña en la loma de una montaña, con muchos detalles hermosos que su humilde casa no tenía, dibujó el corredor mucho más amplio que el de su casa y se dibujó a ella misma.

Ahí estaba Marysol pintándose a sí misma en el lienzo. Ese día pasaron las horas y su inspiración era apasionante, su dibujo era bello, los colores brillantes, parecía que un toque divino estaba en sus dedos. Al llegar la noche su mamá la mandó a descansar y la niña desde su cama contemplaba aquella pintura, con la esperanza de verla cobrar vida como la anterior; así poco a poco se fue quedando dormida.

Al día siguiente se levantó con mucha energía y entusiasmo a terminar su pintura. Después de un rato, con sus ojos fijos en el dibujo que era ella misma, vio que la Marysol del cuadro se volvió hacia ella para decirle: “Eres una artista y vas a ser muy famosa por tus pinturas, tienes un don en tus manos dado por Dios y no debes olvidar nunca de dónde eres, y que en medio de muchas dificultades tus padres hicieron el mayor esfuerzo para comprar todo lo que tienes para pintar; sigue pintando, pero guarda en tu corazón la sencillez, nunca olvides que creciste en una loma de una montaña, rodeada de campo y de una humilde familia que te ha amado incondicionalmente”. Y así, como por arte de magia, la niña de la pintura volvió su carita al estado original del cuadro que Marysol había dibujado.

De esta manera Marysol fue creciendo y guardando con mucho cuidado cada pintura, sus padres le ayudaban a enmarcarlas. Más adelante empezó a vender sus obras y a sus veinte años ya tenía el dinero suficiente para botar la vieja casa de sus padres y levantar una casa nueva, tal y como ella la había pintado y soñado.

Marysol sigue pintando y, de cuando en cuando, sus dibujos cobran vida y le dan algún buen consejo, como si Dios hubiera decidido guiarla a través de sus pinturas.

Un mundo saludable

Autora: Sofía Campos Ramírez
Escuela: Centro Educativo Nueva Generación (Heredia)
Docente: Kenyi Arce Espinoza

Había una vez un mundo muy pequeño, dentro de tu cocina, donde los alimentos cobraban vida. Existían dos grupos: uno era el de los alimentos saludables, como el fuerte y alegre Brocolito; Zanahory, muy honesta y atenta a los detalles; Manzanita, siempre tímida y dulce, y muchos más amigos saludables. El otro era el grupo de los alimentos ricos en calorías, como la presumida y envidiosa Donita, cubierta de rico glaseado de chocolate; Papifry una muy extrovertida y dorada papa frita, y muchos otros amigos no tan saludables.

Los humanos siempre prefirieron el grupo de alimentos ricos en calorías porque les agradaba más su sabor que el de los alimentos saludables, pues desconocían las consecuencias de sus decisiones en la alimentación. Un día, mientras Donita miraba por la ventana, observó un grupo de alimentos desconocidos acercándose hacía su pueblo; cuando reconoció a Brocolito, de inmediato envió a sus guardias, las Hamburguesitas, a atraparlos.

Brocolito y sus amigos fueron llevados ante Donita, entonces Zanahory interrumpió diciendo que tenía un importante aviso que dar. Donita estaba reacia a escucharlos, pero Papifry le dijo que esperara un minuto y, si el mensaje que les darían no era importante, después podía echarlos del pueblo. Donita aceptó.

Mientras Manzanita, un poco sonrojada, mostraba unas fotografías, Zanahory explicaba cómo los humanos últimamente estaban siendo afectados por graves problemas de salud, como sobrepeso, diabetes y males cardíacos, los cuales los estaban llevando prematuramente a la muerte. Brocolito, muy serio, les dijo que la única forma de salvar a las personas era lograr que también consumieran otros grupos de alimentos importantes.

El pueblo entero de los alimentos ricos en calorías, muy preocupados después de escuchar lo que Zanahory decía y lo que Manzanita les mostraba, quedaron muy callados y tristes; todos menos la envidiosa y presumida Donita, quien todavía no estaba muy convencida, pues su pensamiento seguía siendo que ellos eran mejores para los humanos y que no era tan importante lo que pasaba.

Papifry, la mejor amiga de Donita, empezó a advertirle muy preocupada lo que podía pasar si seguían muriendo los humanos. Además le dijo que, si se unían al mundo de la comida saludable, aunque ellos ya no serían el principal grupo alimenticio, los humanos estarían bien y eso era lo más importante. Papifry aseguraba que el otro grupo tenía un gran compañerismo y respeto y que les permitirían seguir alimentando a los humanos.

Donita empezó a recapacitar seriamente y le dijo a su mejor amiga que, mientras hubiese un balance entre los dos pueblos, con gusto se uniría al grupo de la comida saludable.

Papifry se acercó a Brocolito, Zanahory y Manzanita y les dijo que su amiga Donita estaba de acuerdo en que los dos pueblos se unieran para poder ayudar a los humanos a tener una vida más saludable. Después de la increíble reunión que sucedió ese día, el mundo comenzó a cambiar radicalmente.

Las personas empezaron a mejorar su dieta por una más balanceada y comenzaron a comer de todo un poco. Le dieron más importancia a los vegetales, frutas, granos, mariscos, carnes y, en menor medida, a los ricos postres y alimentos poco saludables. Los humanos comenzaron a ver los beneficios de reducir los alimentos ricos en calorías e incorporar más alimentos saludables a su alimentación. Y así fue como nació la tan importante y necesaria pirámide alimenticia.

La biblioteca secreta

Autora: María del Mar Peraza Chaves
Escuela: Jacinto Avila Araya (Occidente)
Docente: Dayra Peraza Solórzano
Bibliotecóloga: Diana Herrera Alfaro

Hace mucho tiempo, en un pueblo pequeño, vivía una niña llamada Yazmín. Ella era muy creativa y curiosa, le encantaba leer y cocinar. Cuando iba a la escuela le gustaba visitar la biblioteca en los recreos.

Un día estaba ayudándole a la bibliotecaria a acomodar los libros y se encontró un libro muy viejo y maltratado, pero se veía interesante. Yazmín pidió permiso a la bibliotecaria para llevarlo a su casa. Al llegar a su casa tomó el libro en sus manos y se sentó cómodamente bajo un gran árbol para leer.

En el libro había una historia de una biblioteca secreta que era visitada por los escritores más famosos y, en la última página, había un mapa que llevaba a esa biblioteca. Yazmín sintió mucha curiosidad por conocer aquel misterioso lugar, por lo que al día siguiente estaba decidida a encontrarlo.

Siguió paso a paso las indicaciones que contenía el mapa, hasta que logró llegar a la biblioteca secreta. Abrió la puerta poco a poco, se asomó y quedó sorprendida de aquel maravilloso lugar, había gran cantidad de libros y un grupo de personas reunidas en medio de un gran salón.

Ella entró para explorar el sitio y se acercó para escuchar lo que hablaban aquellas personas. En ese momento quedó asombrada al descubrir que estaban varias de sus escritoras favoritas, entre ellas Lara Ríos, Ani Brenes, Floria Herrero, Adela Ferreto, María Leal de Noguera y otras más, pero se dio cuenta de que no se encontraba Carmen Lyra. Entonces pensó que se iba hacer pasar por esa escritora para poder participar de la conversación.

Se puso un trapo en la cabeza para que no la descubrieran. Se acercó a ellas, las saludó y se dio cuenta de que aquella reunión se trataba de un conversatorio donde cada escritor comentaba cuál era su libro favorito entre los que había escrito.

Le tocó hablar a Lara Ríos y dijo que su libro favorito era Mo porque se trataba de la vida de los indígenas y de una joven que sigue sus sueños. Después, Floria Herrero explicó que su libro más querido es El planeta verde, ya que cuenta la historia de un niño extraterrestre que vive en un lugar desértico y descubre nuestro planeta Tierra, donde hay abundante agua y árboles, además nos enseña el amor y la importancia de cuidar la naturaleza. Yazmín podía interactuar con los escritores sin ningún problema, ya que había leído muchos libros.

En eso llegó el turno de Carmen Lyra. Ella dijo que su libro favorito era Cuentos de mi Tía Panchita, ya que este es un libro para entretener a grandes y a chicos con historias de príncipes, princesas, tontos que no tenían ni un pelo de tontos, brujas y las travesuras de Tío Conejo; en fin, estaba lleno de muchas aventuras.

Yazmín no se había dado cuenta de que Carmen Lyra había llegado a aquel lugar y la escuchaba. Cuando la niña terminó de hablar, Carmen Lyra se le acercó y le dijo que la felicitaba porque conocía mucho sobre los cuentos de ella y de otros escritores. Yazmín se avergonzó por lo que había hecho y pidió disculpas, les explicó que ella se había hecho pasar por esa escritora porque le pareció muy interesante la conversación que ellos tenían y quería participar, además les dijo que uno de sus sueños era ser una gran escritora igual que ellos.

Todos los escritores aceptaron su disculpa y le enseñaron aquel lugar donde se conservaba gran cantidad de libros, le dieron muchos consejos para que los pusiera en práctica cuando iba a escribir y la invitaron para que siguiera participando de sus tertulias cada vez que se reunían en aquel maravilloso lugar, la biblioteca secreta.

Después de este encuentro tan sorpresivo Yazmín se convirtió en una famosa escritora, quien amó tanto la biblioteca secreta que su primer libro fue inspirado en ella.

Jurado

• Gilberto Alfaro •

• Raquel Cantero •

• Doriam Díaz •

• Ana María Hernández •

• Nelson Heymans •

• Floria Jiménez •

• María de los Angeles Jiménez •

• Yanancy Noguera •

Créditos

Producción Editorial:
Asociación Libros para Todos

Ilustraciones internas y portada:
Casa Garabato / Colaboración de Ruth Angulo, Efrén Alpízar y Arturo Rodríguez.

Retoque:
Producción Fotográfica

Edición:
Equipo ADA - Impresión GN Impresos 2017.

Quedan reservados todos lo derechos sobre la presente edición.
Se prohíbe su reproducción sin el permiso previo y por escrito de
Asociación Libros para Todos y la Asociación Amigos del Aprendizaje (ADA).

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