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Portada Mi Cuento Fantástico 2018

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El País de la Desigualdad

El País de la Desigualdad PRIMER LUGAR - tercer grado

La enorme granja

La enorme granja SEGUNDO LUGAR - tercer grado

Metáliko

Metáliko PRIMER LUGAR - cuarto grado

El invento de Chesther

El invento de Chesther SEGUNDO LUGAR - cuarto grado

Marty, un marciano diferente

Marty, un marciano diferente PRIMER LUGAR - quinto grado

La gran fiesta de Oso

La gran fiesta
de Oso SEGUNDO LUGAR - quinto grado

El jabirú viajero

El jabirú viajero PRIMER LUGAR - sexto grado

Detrás de la puerta

Detrás de la puerta SEGUNDO LUGAR - sexto grado

Mi Cuento Fantástico 2018

El pensamiento, las inquietudes, la imaginación y la capacidad creativa de la niñez se evidencian en este libro que reúne ocho historias ganadoras del Concurso Nacional Mi Cuento Fantástico2018, en el cual participaron 16.000 estudiantes con la guía de 855 docentes en 280 escuelas de Costa Rica. Al entretejer la realidad con la ficción, los autores expresan sus ideas y plantean soluciones a los problemas del entorno, como el acoso escolar, el cambio climático, los prejuicios sociales y el drama de los migrantes.

Por sétimo año consecutivo, este certamen cumple con su objetivo de fomentar la lectura y la escritura creativa en las aulas de primaria, apoyando la implementación del Programa de Estudio de Español del Ministerio de Educación Pública (MEP). Desde la primera edición, en 2012, cerca de 60.000 niños han disfrutado la oportunidad de convertirse en autores, gracias al liderazgo de sus docentes, bibliotecólogos y directores escolares.

El jurado elige a 12 ganadores nacionales y otorga 27 menciones honoríficas, una por cada región educativa. Aquí se publican los cuentos que obtuvieron primero y segundo lugar a escala nacional en cada grado, de tercero a sexto de primaria.

La versión digital de este libro se encuentra en el sitio web del concurso ( www.micuentofantastico.cr ), así como los demás textos ganadores. En el sitio también se incluyen recursos pedagógicos para que los docentes puedan desarrollar el proceso de escritura en el aula y participar con sus estudiantes en la próxima edición de Mi Cuento Fantástico.

 

El País de la Desigualdad

Autora: Emma Victoria Sandí Mora
Escuela: Buenaventura Corrales Bermúdez (San José Central)
Docente: Carmen Calderón Badilla
Bibliotecóloga: Ingrid Zamora Cascante

El País de la Desigualdad tenía cinco provincias, cada una habitada por niños distintos. En la provincia morada vivían los niños blancos. En la provincia azul vivían los esquimales. En la provincia roja habitaban los niños amarillos. En la provincia café vivían los negros. En la provincia anaranjada vivían los de color naranja. Los niños blancos solo comían arroz, los esquimales comían nieve; los amarillos, chop suey; los negros comían frijoles negros y los anaranjados se alimentaban de mandarinas.

Entre las provincias había fronteras, entonces los niños vivían separados, sin poder jugar juntos, ir a la escuela juntos ni cuidar a sus mascotas juntos. Vivían sin mezclarse porque se tenían miedo, por ser diferentes.

Una vez, una niña esquimal llamada Timmia salió de la provincia azul por equivocación, perdió el camino de regreso a su casa y entró en la provincia anaranjada. Al verla, la niña naranja Valencia se asustó porque Timmia vestía una capucha como de peluche, un abrigo llamado parka, unos guantes llamados agaak, unos pantalones llamados garliik y unas botas llamadas kamik. Como Valencia vivía en un verano que nunca terminaba, no había visto ropa de este tipo.

Lo más sorprendente era que Timmia traía el frío con ella y, aunque no quería asustarla, congeló a la niña naranja. Los otros niños naranja quedaron sorprendidos con el frío, les costaba moverse. Entonces Timmia siguió caminando para buscar ayuda y llegó a la provincia morada, donde fue recibida por el niño blanco Julio.

Julio no se congeló cuando Timmia le dio la mano, porque en la provincia morada sí existía el invierno.

- ¿Cómo te llamas?-, le preguntó Timmia.

- Me llamo Julio. Soy un niño de la provincia morada y creo que tú no deberías andar por aquí, tan lejos de tu casa en la provincia azul.

- ¿Por qué?-, volvió a preguntar la niña esquimal.

- Porque una vieja ley dice que los niños distintos no deben estar juntos.

- ¡Pero Julio, esto es una emergencia! Accidentalmente y por esa prohibición, congelé a una niña naranja llamada Valencia. Ahora necesito que me ayudes a descongelarla.

- Bueno, te ayudaré. Conozco una leyenda que dice que en la provincia café, donde viven los niños negros, hay un remedio para el hielo. - Gracias, Julio, guíame y te seguiré.

Al entrar a la provincia café se toparon con un niño negro llamado Menelik y le contaron el problema que tenían. Menelik les habló de la leyenda de la brisa roja, que descongela todo lo que está hecho de hielo. Entonces se dirigieron los tres hacia la Cueva de la Tibieza.

Encontraron la cueva tapada por una piedra y trataron de moverla, pero era demasiado pesada. En ese momento, Menelik recordó la leyenda de las piedras que hablan, que se originó en la provincia roja. Así que cruzaron la frontera y entraron al mundo de los niños amarillos, donde conocieron a un niño llamado Jiang, que los condujo al Bosque de las Piedras que Hablan.

En ese bosque, Jiang habló con Ko, una piedra en forma de niña.

- ¿Qué hacen cuatro niños tan diferentes juntos, tan lejos de sus casas? -preguntó Ko.

Timmia le contó la tragedia de la niña naranja, Valencia, congelada en medio del desierto de la provincia anaranjada.

- Esos problemas surgen si los niños rompen la vieja ley que les prohíbe estar juntos. Si los niños estuvieran separados no se producirían esos inconvenientes –, dijo Ko.

- Ko, ¿no te parece que no es el momento de regañarnos, sino de ayudarnos? -le dijo Julio-. Después de todo hay una niña que no tiene la culpa de esa tonta ley y está muerta de frío.

- Bueno, los ayudaré, pero tengan más cuidado el próximo invierno-, dijo Ko.

Todos se fueron a la provincia café, a la Cueva de la Tibieza. Cuando llegaron, Ko habló con la piedra que tapaba la entrada, porque Ko hablaba el idioma de las piedras.

- Querida Tatá, estos niños han venido de muy lejos porque necesitan ayuda de la Brisa Roja. Por favor, ¿puedes moverte un poquito para que la Brisa Roja pueda salir y ayudarlos?

La piedra Tatá, que tenía como mil años de estar dormida, se despertó y respondió: -¿Qué me darán a cambio?

- Te limpiaremos el musgo. Ya estás verde y pareces un limón.

- ¿Ah sí, tan rara me veo? Bueno, es un trato, déjenme bien limpia y los ayudaré.

Los cuatro niños, que son tan diferentes, que vienen de mundos tan distintos y que comen cosas desiguales, trabajaron juntos y dejaron a la piedra Tatá limpia, tanto que ahora parecía una manzana. Entonces la piedra Tatá se movió y la Brisa Roja pudo salir.

- Hola, señora Brisa Roja-. Menelik la saludó y le contó la tragedia de la niña naranja hecha hielo.

- ¿Puedes ayudarnos?-, preguntaron todos a la vez.

- ¿Qué me darán a cambio?-, respondió la Brisa Roja.

Todos se pusieron a pensar qué le gustaría recibir de regalo a alguien que está hecho de brisa.

- ¡Ya sabemos! Te podemos dar una bandada de pájaros, para que te guíe al sur.

- ¡Bueno, me gusta!

Todos se dirigieron hacia la provincia anaranjada, montados en la alfombra de Brisa Roja. Al llegar encontraron a la niña Valencia donde la habían dejado, hecha hielo. Entonces, Brisa Roja sopló un vientecito tibio sobre ella y la descongeló.

Valencia despertó y no recordaba nada del tiempo que estuvo congelada.

En eso apareció un viento muy grande, parecido a una tormenta, que se llevó el aliento tibio de Brisa Roja por todo el país y derribó todas las fronteras. A partir de ese día ya no hubo fronteras que separaran, ya no tenían sentido las leyes que distancian y todos los niños pudieron jugar juntos, cuidar a sus perritos juntos, cocinar juntos, plantar flores juntos y celebrar sus cumpleaños juntos.

Así, el País de la Desigualdad cambió su nombre a el País de la Igualdad.

La enorme granja

Autor: Ian Matías Fallas Alvarez
Escuela: Cañas Dulces (Liberia, Guanacaste)
Docente: Laura Salas Trejos
Biliotecóloga: Ana Lorena Sandoval Camareno

Había una vez un gallo llamado Piki, era amante de la naturaleza y tenía un gran corazón. Cierto día andaba caminando por un hermoso valle, repleto de flores, cuando de repente, en lo alto de la montaña, pudo ver una granja enorme que estaba a la venta.

- ¡Esto es lo que siempre había deseado! -se dijo el gallo emocionado-. Sin embargo, no tengo suficiente dinero para comprarla.

A Piki le costaba mucho ahorrar, pues cada monedita que recibía la gastaba en la pulpería del viejo gallo Pelón.

Se sentó entonces bajo un árbol de almendro. Cruzó sus patas, colocó las puntas de sus alas sobre la parte inferior de su pico y pensó cómo podía hacer para comprar aquella hermosa granja.

Al cabo de un rato tuvo una idea: – ¡Iré a casa de Max!-, exclamó emocionado.

Max era el perro guardián del jefe del pueblo, el cual tenía mucho dinero y lo compartía con Max. El perro también soñaba con tener una granja en la cual vivir y ser feliz con sus amigos.

Saltando que volando llegó Piki a la casa de Max. Este dormía tranquilamente su siesta en su casita de madera, echado sobre un suave colchoncito de color verde.

- ¡Max!- gritó el gallo.

Max levantó la cabeza, adormilado aún, y le dijo: - ¿Qué pasa amigo? ¿Cuál es la prisa que traes?

Piki, jadeante por haber corrido, le dijo: - Encontré la granja que tanto hemos soñado. Es grande y espaciosa. Tiene un río que la recorre de lado a lado, con aguas azules y limpias, tan puras como las nubes de la montaña.

– Y, ¿eso qué conmigo?-, preguntó Max.

– ¡Es bella! ¡Y está a la venta!-, gritó el gallo emocionado.

De nuevo, el perro le preguntó: - ¿Qué tiene que ver conmigo esa granja y esa emoción que traes, amigo?

- Préstame el dinero para comprar la granja y te vienes a vivir conmigo. Allá encontrarás la libertad que siempre has soñado, podremos nadar, ir de pesca y de cacería; en fin, será nuestro paraíso en la tierra-, le propuso Piki.

– Un momento -dijo el perro-. Yo siempre he ahorrado dinero para mi vejez. No quiero depender de nadie cuando sea viejo, como el perro de la pulpería donde gastas todo tu dinero. Es un sueño para mí tener una granja como la que dices; sin embargo, si gasto mis ahorros, ¿cómo haré en mi vejez?

Cabizbajo, el gallo se marchó de la casa de su amigo. Cuando pasaba por el lago, con su cresta caída, sus ojos fijos al suelo y a paso lento, la patita Marta le preguntó: - ¿Qué te sucede amiguito? ¡Te ves mal!

– Estoy muy triste -dijo Piki-. Quiero comprar una hermosa granja que está en la montaña, pero no tengo el dinero necesario. Le pedí ayuda a mi amigo Max, pero a él le interesa más pensar en su vejez que disfrutar del presente.

La patita entristeció por la pena de su amigo y le dijo: - Tampoco yo te puedo ayudar. Como sabes, tengo varios hijos que mantener y el pago de nuestro espacio en el lago para poder vivir. Sin embargo, tengo una idea. Vamos donde una amiga que podrá ayudarte.

En un charco cercano, lleno de lodo y hierba, hallaron a Panchita, la cerdita panzoncita. La patita la saludó y ella les dijo: -Pasen adelante, ¿en qué les puedo servir?

Cuando le contaron la historia de la granja que deseaba Piki, la cerdita se derritió en elogios para ella misma, diciendo: -Yo tengo mucho dinero. Tengo cuentas en tres bancos, tengo tarjetas de crédito y de débito y, además, mis charcos de lodo son muy visitados por los cerdos de toda la ciudad, por lo que todos los días gano más y más dinero. De todo lo que gano, ahorro el cincuenta por ciento.

Los tres amigos charlaron durante varias horas sobre ahorros, cuentas, intereses y ganancias. Al llegar la noche se retiraron a dormir.

Al día siguiente, el gallo Piki se bañó tempranito y se fue, después de dar los buenos días a todos con su espectacular quiquiriquí, a buscar trabajo. Rápidamente encontró al pulpero, el señor Pelón, quien le dio trabajo en su negocio acomodando mercadería, vendiendo y hasta administrando el negocio, dado que él ya estaba muy mayor para atender las ventas.

En poco tiempo el gallito se convirtió en un gran negociante. La pulpería se transformó en un supermercado, que luego se multiplicó con varias sucursales. Gracias a su capacidad, el señor Pelón lo convirtió en su socio y heredero.

Muy agradecido con el señor Pelón, el gallito empezó a ahorrar en el banco, tanto de su salario como de las ganancias que obtenía como socio de la cadena de supermercados del que era dueño, junto al señor Pelón.

Cinco años después de que empezó a trabajar en la pulpería, el gallo dio una gran fiesta para inaugurar su casa construida en la enorme granja de la montaña, la cual había logrado comprar con todo el dinero ahorrado durante esos años, gracias a la ayuda de su amigo, el finado señor Pelón. Además de heredarle sus negocios como si fuera su hijo, él le enseñó a ser un gallito honesto y muy trabajador. Sobre todo, le enseñó esta frase que guardó como un tesoro invaluable para la vida: “El que guarda, siempre tiene”.

En aquella fiesta disfrutaron de las piscinas nuevas, del lago de aguas azules, de los alimentos que había sembrado el gallito y de las ganancias que tuvo por ahorrar su dinero en lugar de gastarlo.

Así pasaron los años, Piki y sus amigos, derrochando amor y amistad, felices con la granja pero siempre ahorrando para un futuro mejor.

Metáliko

Autor: Adrián Yerai Flores Rodríguez
Escuela: La Rita (Guápiles, Limón)
Docente: Mileidy Flores Fernández
Bibliotecóloga: Rosario del Milagro García Piedra

Había una vez un niño, llamado Ferdinando, que quería ser el científico más famoso e inteligente del mundo. Él estudiaba mucho, sacaba buenas notas y ayudaba al que lo necesitara. Era feliz con lo poco que tenía.

Su madre, Martha, trabajaba mucho; se levantaba cada día a las tres de la mañana para hacer pan. Su papá, Miguel Ángel, salía a venderlo por las calles de la ciudad. A veces Ferdinando ayudaba a empacar el pan. Él veía cómo se esforzaban sus padres y siempre pensaba en crecer para ayudarlos.

Llevaba a su casa libros que tomaba prestados de la biblioteca de la escuela; sus preferidos eran de química, matemáticas y ciencias. Con mucha emoción, Ferdinando les contaba a sus padres las cosas que leía y aprendía de aquellos libros. A veces sus padres no entendían lo que él les contaba; sin embargo, lo escuchaban con mucha atención.

El niño tenía un sueño que, para él, sería un pequeño paso para cumplir su meta de ser el científico más famoso del mundo. Ese pequeño paso era crear un robot para llevarlo a una feria robótica.

Él tenía conocimientos que había adquirido a través de su pensamiento y su imaginación. Cada noche su cuerpo dormía pero su cerebro no, pensando cómo construir minuciosamente cada detalle de ese robot que ya existía en su mente. Ese robot era tan genial que ya tenía nombre y funciones específicas; en su cuarto, con pedazos de cosas que reciclaba, Ferdinando intentaba que encajaran y susurraba “vamos Metáliko”, “toma vida”, “funciona”.

A veces el niño leía historietas y pensaba que algún día, así de la nada, Metáliko tomaría vida por arte de magia, como en sus lecturas. Nunca se dio por vencido porque pasó muchas horas investigando; él sabía que tenía que usar motores para el movimiento, sensores para la percepción, microprocesadores para la inteligencia y antenas para la comunicación.

Metáliko casi tenía vida, pero ya no solo era un asunto de querer ser científico. Ferdinando había dedicado tanto tiempo a estudiar a Metáliko que se había quedado solo, sin amigos. Nadie creía en su sueño, ya que para otros era locura. Mientras aquellos que fueron sus amigos corrían y jugaban al fútbol, Ferdinando leía libros. Para las personas esto no era normal.

Sufrió tanto “bullying” que decidió quedarse solo y hablar con ese robot que se había convertido en su mejor amigo, pero que solo existía en su mente y en sus deseos por darle vida. Metáliko pasó muchos años siendo su amigo imaginario.

Ferdinando no podía ir a clases de robótica, como otras personas, pero gracias a su perseverancia logró estudiar tanto que pudo llegar muy lejos, aunque al igual que los grandes famosos de la historia fue un joven muy solitario.

Él no solo había adquirido conocimiento de aquellos libros, sino que también había aprendido a hacer pan, al igual que sus padres. Todos pensaban que sería el panadero del pueblo, porque el pan que hacía era inigualable; pero nadie imaginó que él dormía pocas horas, ya que no paraba de estudiar, no había dejado de pensar en aquella meta que deseó de niño.

A lo largo de su tiempo como estudiante y a pesar de sus limitaciones recibió reconocimientos por su esfuerzo, hasta que al fin pudo ir a la universidad. En ese momento, ya no pensaba en ser científico ni en aquellas situaciones que lo sacaban de la realidad, puesto que ahora su meta era obtener un título en otra disciplina y llenar de orgullo a sus padres, que ya tenían los cabellos blancos.

Ferdiando cumplió 26 años y había dejado de soñar, se convirtió en un ingeniero en robótica y no en el famoso científico que él imaginó en su infancia. Sin embargo, gracias a ese sueño creó tantos proyectos que, a pesar de que nunca ensambló realmente a Metáliko, plasmaba parte de él en cada uno de sus trabajos. Fue así como su amigo inseparable lo había motivado a ser el hombre en que se convirtió.

“Soñar es parte de crecer. Correr detrás de todos los sueños que tengamos, es la forma de hacerlos realidad. Nunca dejes de soñar y de creer en ti”.

El invento de Chesther

Autora: Arianna Bolaños Lizano
Escuela: Colegio Nuestra Señora de Sion (San José Norte)
Docente: Silvia Alvarado Marchena
Bibliotecólogo: Maynor Murillo Murillo

Era el año 2055 y la Tierra estaba muy devastada por la contaminación, no se había hecho nada para salvarla. Existía un científico, llamado Chesther, que durante muchos años realizó pruebas e investigaciones para averiguar qué había pasado con el planeta.

Una tarde se le ocurrió la idea de construir una máquina del tiempo, que se llamaría Ari055. Esa máquina le permitía viajar al pasado y al futuro, entonces decidió programarla en la fecha 28 de octubre del año 2222, a las 7:30 am.

Llegó a un lugar donde había vehículos extraños para transportar personas a largas distancias, utilizaban agua como combustible y sus llantas eran de un material especial; también había grandes edificios de forma circular que parecían estar suspendidos en el espacio. Las ciudades eran ecológicas, muy verdes y con enormes granjas donde los habitantes cultivaban lo que comían, por eso eran saludables y sonrientes.

El aire que respiraban era puro y el clima muy agradable, no hacía frío ni calor. La Tierra estaba irreconocible, con cielos azules, sol radiante, ríos y mares muy cristalinos.

Sorprendido, Chesther quiso investigar más e hizo amistad con Micky, un amable y pequeño amigo. Micky le comentó que la Tierra estuvo devastada, por lo cual los gobiernos se comprometieron con el rescate del planeta y hubo un acuerdo mundial, tomaron medidas de emergencia y se hicieron grandes cambios: decidieron desaparecer los ejércitos y los armamentos, enviaron a millones de soldados a limpiar toda forma de contaminación en bosques, ríos y mares; eliminaron por completo el uso del plástico, se prohibieron todos los materiales contaminantes, utilizaron la energía del Sol y se rescataron especies de animales en vías de extinción.

Los habitantes de la Tierra se propusieron mantener y fortalecer todos los cambios. Además del problema de contaminación había una sobrepoblación, por lo cual construyeron ciudades submarinas, en forma de espiral, donde vivían miles de personas con el suficiente oxígeno para sobrevivir sin problema, los pobladores adoptaron el cultivo de peces y tenían laboratorios de semillas para que pudieran sembrarlas los que vivían fuera del agua.

Micky llevó a Chesther a su casa flotante e inteligente, a la que podía controlar desde cualquier parte con un simple pensamiento; incluso podía interactuar con su perro Tammy JMZ e interpretar lo que él quería, porque portaba un collar especial. También tenía a su servicio dos robots que eran casi humanos, ellos hacían labores de limpieza, cocinaban y programaban la temperatura que la casa debía tener. Cuando Micky decidía salir de vacaciones podía transportar la casa completa, adonde él quisiera ir, en un dron gigante.

Los avances eran increíbles, por lo que Chesther estaba impresionado y deseoso de regresar a su casa para comenzar los cambios.

Regresó al año 2055, con pruebas y muestras de todo lo visto y aprendido. Decidió iniciar su gran lucha al rescate de la Tierra, llevó sus ideas a los gobernantes y les compartió todo lo que aprendió en su viaje al futuro.

Entonces hubo un despertar de la conciencia de los habitantes de la Tierra, para cuidar el planeta. La gente comenzó el gran cambio y así lograron combatir la pobreza, la contaminación y el desempleo, todos cambiaron sus hábitos y se volvieron más saludables y sonrientes.

Cuando se dieron los cambios, Chesther decidió destruir la máquina Ari055 por temor a que le dieran un mal uso a su invento, por lo que puso a salvo su secreto, compartiéndolo solo con su hijo Buster. Su preocupación siempre fue ¿qué pasaría si los habitantes de la Tierra volvían a destruir todo lo logrado, porque podrían estar viajando al futuro?

Chesther murió 25 años después, satisfecho de que gracias a su invento se pudo salvar el planeta. Su hijo Buster y su descendencia siguieron el gran legado de su padre, “trabajar por un mundo mejor, amando y cuidando nuestra casa, el planeta Tierra”.

Marty, un marciano diferente

Autora: Valery Mena Ventura
Escuela: Reverendo Francisco Schmitz (Desamparados, San José)
Docente: Gloriana Rodríguez Binda
Bibliotecólogo: Miriam Corrales Monge

En el planeta Marte habitan muchos marcianos, entre ellos Marty. Tiene quince años, es de color verde, con ojos morados, simpático, amable y muy inteligente. Él es un marciano distinto a los demás porque es el único que no quiere conquistar el planeta Tierra.

En el colegio le enseñaban todos los idiomas del mundo, cómo mezclarse entre los humanos sin ser descubierto, cómo transformarse en uno de ellos con un chasquido de dedos, cómo conducir una nave extraterrestre y muchas cosas más para conquistar nuestro planeta, ya que ese era el propósito de los marcianos.

Un día, su colegio hizo una excursión al Instituto Marciano Especializado en Naves Alienígenas (IMENA), donde había gran variedad de naves. Durante el recorrido, Marty miraba las hermosas fotografías de la Tierra que tenía el lugar y le encantó el mar. Luego, los estudiantes fueron a una charla en la cual hablaron sobre su objetivo principal: conquistar el planeta Tierra.

Cuando Marty escuchó el tema de la charla, se escabulló al cuarto donde estaban las naves y se subió a una de ellas. Gracias a su inteligencia pudo despegar la nave sin dificultad. La que escogió tenía una ruta programada hacia el sur de Hawái.

Las naves del IMENA viajaban a mil kilómetros por segundo, eso hizo que Marty llegara rápido a nuestro planeta y aterrizó en una montaña en Hawái. Al bajarse de la nave chasqueó los dedos y se convirtió en humano, encogió la nave con un botón y salió a explorar ansioso.

Mientras recorría las calles de Hawái, se hizo amigo de un humano llamado Keoni. Él era alto, moreno, amable, solidario y de ojos verdes. Cuando iban caminando, Marty escuchó a unos hombres hablando de una playa llamada Kamilo. A Marty le llamó la atención, por lo que le dijo a Keoni si lo podía llevar a ese lugar.

- Nadie puede ir a esa playa -respondió Keoni-, es una de las más contaminadas del mundo.

-¿Por qué está contaminada?-, preguntó Marty.

- Porque la gente no sabe botar la basura donde se debe, la bota en las playas-, contestó Keoni triste.

Por la noche, en casa de Keoni, Marty le pidió la dirección de la playa Kamilo, pues quería ir él solo. Al día siguiente se fue a la playa y, al llegar, quedó muy asombrado por la contaminación. Había llantas, botellas de plástico, bolsas de basura y muchas cosas más. El mar no se parecía a las fotos que él había visto.

- Tengo que hacer algo para salvar esta playa-, se dijo a sí mismo.

A Marty se le ocurrió la gran idea de crear una máquina para aspirar la basura y recordó el taller de herramientas que vio en la casa de Keoni. Ahí se fue para crear su idea. Cuando la terminó, la nombró “La Tragabasura”. Al verla, Keoni se extrañó por la máquina que estaba en medio de su sala.

-¿Qué es esto?-, le preguntó Keoni a Marty.

- Es una “tragabasura”, la voy a usar para limpiar la playa Kamilo-, respondió Marty muy alegre.

Ambos se fueron a la playa. En el lugar, Marty encendió la máquina y le explicó a Keoni cómo funcionaba la “tragabasura”. Ambos quedaron asombrados al ver que sí funcionaba. Ese día pudieron limpiar un gran sector de la playa. La gente que estaba cerca los observaba y decidieron ayudarles a limpiar el lugar, así fue durante tres días seguidos. Al tercer día, la playa estaba completamente limpia gracias al esfuerzo de todos.

Cuando ya estaban admirando la belleza de la playa Kamilo, Marty les dijo a todos: -Gracias por apoyarme en esta idea de limpiar la playa, espero que sigan esta costumbre hasta llegar a todos los rincones del mundo-.

Luego se despidió de Keoni y le dijo que ya tenía que ir a su ciudad natal. Se dirigió hacia la montaña donde había aterrizado, ahí chasqueó los dedos y se volvió a convertir en marciano, y agrandó su nave para regresar a su planeta.

Cuando llegó a Marte, se fue corriendo al colegio y entró a su clase. Todos al verlo se alegraron porque estuvo desaparecido varios días.

- ¿Dónde habías estado?-, le preguntaron.

- Estaba en el planeta Tierra y los humanos no son como creíamos-, respondió Marty.

Durante la clase, Marty les contó a sus compañeros lo que vivió en la Tierra. A la semana siguiente, ya todos lo sabían. Gracias a esa historia, ni un solo marciano quería conquistar este planeta.

Pasaron los años y Marty extrañaba el mar, por lo que decidió volver a la Tierra. Al llegar, aterrizó en Reino Unido. Cuando estaba caminando por las calles, escuchó hablar de la Isla Henderson, que lucía sucia, pero ahora estaba siendo aseada por personas que querían acabar con la contaminación en las playas. Él se alegró mucho al oír eso, pues supo que su mensaje fue enviado a todo el mundo. Tiempo después, Marty se dio cuenta de que todas las playas estaban limpias por personas que se ofrecieron a hacerlo.

Hoy en día, Marty y los demás marcianos nos visitan una vez por año para admirar nuestras bellezas naturales, especialmente el mar, ya que en Marte no hay océanos. Es por esto que debemos limpiar las playas y botar la basura donde se debe, para que, cuando los marcianos nos visiten, no vean nuestro planeta sucio.

Moraleja: Cuidemos y valoremos las cosas que tenemos, porque hay personas que no las tienen y las desean, y nosotros teniéndolas somos muy dichosos. Cuidemos nuestro planeta.

La gran fiesta de Oso

Autora: Victoria Sánchez Miranda
Escuela: Pedro Murillo Pérez (Heredia)
Docente: Jeannette Villalobos Chaves
Bibliotecóloga: María de los Angeles Solís

En un bello bosque vivía un oso, un avestruz, una jirafa, un elefante, un castor, un cocodrilo, una zorra y otros animales más. Se acercaba el mes de marzo y era el cumpleaños de Oso, uno de los animales más carismáticos y amistosos de todo el bosque. Él se encontraba muy feliz y pensó: ¿por qué no hacer una fiesta? Se puso a planearla con mucho entusiasmo y confeccionó una invitación para cada uno de sus amigos y demás animales que vivían en el bosque.

Cada habitante del bosque recibía su invitación con agradecimiento, no dudaban en asistir. Sin embargo, algunos no lo tomaron así. Elefante, al recibir la suya, se entristeció y dijo con gran voz: - ¡Nooo! ¿Cómo me invitan a una fiesta? No iré porque he escuchado que algunos animales se burlan de mis enormes orejotas. ¡Jamás iría!

Avestruz estaba muy sorprendida y dijo: - ¡Yo tampoco iré porque, si se ríen de Elefante, también se reirán de mis largotas patas!

Jirafa, ruborizada, casi rompiendo en llanto, exclamó: - ¡Es cierto, el señor Cocodrilo se reirá de mí como es costumbre y me seguirá repitiendo ese feo apodo de “chicle estirado” que me dice!

Suspirando y sin ánimo ya, Castor agachó la cabeza y en voz baja dijo: ¡La señora Zorra dice que, cuando me río, rayo el piso con mis dientes; entonces tampoco iré, sería una tontería dejar que se burle de mí durante toda la fiesta!

Por otro lado, los demás animales del bosque estaban súper entusiasmados, planeando cómo lucir mejor sus pieles, garras, plumas y sus afilados dientes para la tan esperada fiesta de Oso.

Al llegar el día de la fiesta, el pobre grupo de animales desanimados planeó irse a lo alto de la montaña para ver la celebración de lejos, sin que nadie los viera ni sospechara que los espiaban.

Eran las dos de la tarde y las bombetas en el cielo anunciaban el inicio de la fiesta. A mitad de la celebración, Elefante escuchó que a lo largo venía un grupo de malvadas hienas que vivían fuera del bosque y alertó a sus amigos, que permanecían juntos mirando la fiesta.

Jirafa, al oír lo que él decía, estiró su largo cuello por encima de las copas de los árboles y vio venir las hienas a toda prisa, entonces dio detalle de su recorrido. Avestruz empezó a correr tan rápido como pudo –a todo lo que le daban sus largas patas– y así logró llegar de primero abajo, donde se realizaba la fiesta, para advertir a todos los animales del peligro y decirles que se escondieran, ya que no les daría tiempo de correr.

Mientras tanto, el astuto Castor comenzó a trabajar con sus enormes dientes y empezó a construir un muro muy alto y resistente con troncos de madera para que no pudieran pasar las hienas. Eso las retendría del otro lado, fuera del hermoso bosque.

Los que quedaban en la montaña bajaron a toda prisa, asustados de lo que pudiera estarles pasando a los demás, pero cuál fue su enorme sorpresa al ver que Oso y los otros animales del bosque estaban bien y los recibían con aplausos, alegría y enormes sonrisas.

Ellos, muy sorprendidos e intrigados, no entendían lo que sucedía y se detuvieron. Oso, con su gran voz, exclamó: - ¡Gracias a sus grandes orejas pudo escuchar a las hienas chillar! ¡Hurra, hurra por Elefante!

- ¡Gracias a su largo cuello pudo verlas correr a través de las copas de los árboles! ¡Hurra, hurra por Jirafa!

- ¡Gracias a sus largas patotas pudo correr más veloz y nos alertó del peligro! ¡Hurra, hurra por Avestruz!

- ¡Gracias a sus enormes dientes pudo fabricar un muro que no pudieron derribar las hienas! ¡Hurra, hurra por Castor!

La fiesta no terminó, más bien comenzó, todos juntos disfrutaron de una gran celebración que duró toda la noche. Una fiesta que el gran Oso nunca olvidará.

Estos dos grupos de animales aprendieron grandes lecciones. El grupo de animales inseguros aprendió que lo que ellos pensaban que era su gran defecto, resultó ser una gran virtud. Aprendieron a ser valientes, a creerse capaces de ayudar a otros y por sobre todo a ser felices, no perfectos.

Los otros animales aprendieron a no burlarse de los demás y a respetarlos, porque todos somos diferentes y eso es lo que nos hace muy especiales a cada uno.

A ti, que lees este cuento, te digo: ámate como eres y sé feliz con lo que tienes. Sé valiente, apuesta por ti, no te conformes, a veces se gana pero recuerda que siempre se aprende.

El jabirú viajero

Autor: Anthony André Coto Cruz
Escuela: Rincón Chiquito (Alajuela)
Docente: Jorge Alfredo Alfaro Delgado

Érase una vez en una laguna, allá por el Parque Nacional Palo Verde, en Bagaces, Guanacaste, una familia muy especial… una familia de aves muy lindas y grandes, con un plumaje hermoso, de color blanco, rojo y negro, y de un vuelo muy elegante. Era la familia de los Jabirú, conocidos popularmente como Galanes sin Ventura. Estaba conformada por mamá, papá y tres hijos.

No solo ellos vivían ahí, había más especies de aves –como las garzas rosadas y blancas– y llegaban otros animales, como los venados cola blanca, manigordos, iguanas, armadillos y muchos más.

Palo Verde era un lugar mágico, pasaba el río Tempisque regando y dando vida al bosque y a los animales. La laguna era el lugar favorito de todos y la convivencia entre ellos era buena, solos los monos cariblancos molestaban de vez en cuando con sus ocurrencias pero también les daban alegría a los demás.

En esa laguna y en las demás que estaban alrededor, junto a los manglares, bajaba mucho la cantidad de agua en verano. En esa época era muy difícil para los animales tomar agua y cazar para comer. Aunque el río estaba cerca, les daba un poco de temor acercarse a él porque ahí también vivían los cocodrilos.

Cuando ya iba finalizando el verano, entre finales de abril y principios de mayo, empezaban a caer los primeros aguaceros en Guanacaste. Papá Jabirú estaba muy contento porque tenían la costumbre de que la familia volaba hasta el árbol más alto para observar los aguaceros y desde ahí veían cómo la laguna que era su hogar y las demás lagunas, así como el cauce del río, se iban llenando de agua.

Un año sucedió que papá y mamá Jabirú esperaban y esperaban el día que empezaran las lluvias, pero estas no llegaban y sus hijos les preguntaban cuándo iba a llover. Por la noche, después de que los niños se durmieron, los padres comenzaron a preguntarse con preocupación por qué el agua no llegaba a Guanacaste.

Entre la plática, a papá se le ocurrió una brillante idea: ir volando y recorrer todo Costa Rica para averiguar qué estaba sucediendo en este hermoso país y así poder buscar una solución al problema y salvar la vida de los animales y de todo el ecosistema en el Parque Nacional Palo Verde.

Mamá Jabirú no estaba muy convencida con la idea de que papá Jabirú hiciera ese viaje tan largo y anduviera solo por todo el país, pero después de conversar largo rato aceptó la idea. Al siguiente día, mamá y papá Jabirú se despertaron muy temprano y alistaron las provisiones para el viaje mientras los pequeños jabirúes se iban despertando.

Desayunaron como siempre en la laguna, que estaba más seca que de costumbre, y después los padres le contaron a sus hijos lo que papá Jaribú iba a hacer para averiguar porqué no llovía todavía. Se despidieron y el señor Jabirú emprendió el vuelo por Costa Rica.

Lo primero que observó fue que cerca del parque estaban unas personas sembrando arroz y regaban el sembradío con agua del río y de la laguna, lo que hacía que llegara menos agua. Siguió su recorrido por Puntarenas y ahí el clima estaba igual que en Guanacaste. En ese momento el jabirú se sintió más triste y casi se devuelve a su casa porque había perdido las esperanzas, pero se acordó de sus hijos y siguió adelante.

Durante su recorrido notó que en otras provincias, como en Limón, llovía más de lo normal. Papá Jaribú se paró en un árbol a descansar un rato y en ese preciso momento comenzó a llover muy fuerte. Desde ese árbol, en Limón, observó cómo un río comenzaba a salirse y con él, mucha basura. Al ver la basura se sorprendió.

Al llegar al Valle Central la experiencia fue parecida, pero aquí la cantidad de basura era impresionante, al igual que el montón de humo que salía de las fábricas que estaban en el entorno. También vio que en un lugar estaban cortando árboles para construir más casas, que de paso ya había bastantes.

Papá jabirú pensó que ese lugar era muy diferente y mucho más contaminado que la laguna donde ellos vivían. Entonces, estando en San José, decidió emprender el vuelo de regreso al Parque Nacional Palo Verde.

En su camino pasó por la provincia de Alajuela y, como ya estaba cansado y era de noche, se puso a dormir en un árbol muy bonito. A la mañana siguiente, un ruido diferente lo despertó, eran las voces de muchos niños, entonces notó que él estaba en una escuela.

Comenzó a volar cerca de las aulas y escuchó que una maestra estaba hablándoles a sus alumnos sobre el cambio climático. Ella les explicó cómo se producía y cómo las cosas que hacían las personas, tales como tirar la basura en los ríos, talar árboles, el humo de los carros y de las fábricas, y muchas otras cosas más, eran las causantes de que el clima estuviera así.

Papá Jabirú comprendió que eso era lo que estaba pasando y que esa era la principal causa por la cual no llovía en su hogar, entonces decidió que era momento de regresar a casa para estar con su familia y esperar con paciencia que las lluvias llegaran.

En su viaje de regreso observó que algunas personas estaban sembrando muchos árboles y, más adelante, otro grupo estaba limpiando un río. Decidió acercarse más para escuchar lo que decían las personas y entendió que esas acciones, así como otras más, podrían ayudar con el cambio climático. Eso le alegró mucho y le devolvió la esperanza de que pronto iba a llover otra vez en su hogar.

Después de horas de vuelo, llegó por fin a su casa. Ahí, en el nido, estaba mamá Jabirú junto a sus tres hijos esperándolo. Ellos lo recibieron muy alegres y papá Jabirú les contó todas las aventuras qué vivió y les explicó porqué no llovía como antes, también les habló de las acciones que estaban haciendo las personas para ayudar en este problema que tanto les afectaba. La familia se sintió feliz de estar juntos otra vez.

Días después de ese acontecimiento unos rayos muy fuertes anunciaban que las lluvias estaban próximas a llegar, entonces la familia de jabirúes voló muy rápido al árbol más alto. Desde ahí observaron los primeros aguaceros caer y vieron cómo la laguna se iba llenando de nuevo con agua.

Detrás de la puerta

Autora: Lucía Flores Arias
Escuela: Escuela Juan XXIII (San José Oeste)
Docente: Tatiana Soto Sibaja
Bibliotecóloga: Noylin Brenes Arce

No hace mucho tiempo, en una ciudad de nuestro país, vivía una hermosa y alegre muchacha llamada Kenia. Ella era humilde y dulce con cualquier persona, pues desde muy pequeña aprendió con muchos golpes y grandes necesidades a pensar primero en los demás antes que en ella.

Nuestra protagonista suma hoy trece años, pero desde pequeña era una niña muy madura para su edad. Nunca hubo que pedirle que hiciera sus tareas, tampoco que llegara puntual, mucho menos que estudiara para un examen o cooperara en los deberes del hogar. Todo lo hacía por cuenta propia, pues en su corazón abrigaba la esperanza de que, si se portaba bien, su papá se sentiría orgulloso y regresaría a casa para abrazarla.

La vida de Kenia nunca fue fácil. Nada le fue regalado. Su madre se esforzaba por conseguir todo lo que necesitaban, pero a la niña algo le faltaba, eso era un padre que la abrazara, ese hombre que las niñas ven como su héroe, aquel que siempre está allí para arroparla cuando alguna pesadilla la despertase a mitad de la noche.

La familia definitivamente no era el tema favorito de la mamá de Kenia. Siempre que la niña quería conocer sobre su origen, la respuesta era la misma: - Hija, tuviste abuelos, pero fallecieron cuando tenías cuatro años.

A pesar de sus muchas preguntas, la información que recibía era escasa, casi nula, pero con eso se tenía que conformar, pues ¿quién más contestaría sus preguntas? En algún momento terminaría por aceptar que su madre era su única familia.

Todo comenzó una mañana normal, era otro día en la vida de Kenia, nada atípico, hasta que entró al dormitorio de su mamá en busca de su agenda, pues la noche anterior la había dejado olvidada en su cama. Cuando ya iba saliendo, observó en la mesita de noche una llave distinta a todas las que había visto en su hogar. Corrió a averiguar si había alguna puerta que no hubiere visto antes, un mueble, o incluso una habitación.

Buscó y buscó pero no encontró nada, hasta que subió las escaleras y como por una fuerza mayor a su voluntad, subió al cobertizo. Al rato de revisar el lugar de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba, se encontró con una enorme puerta, vieja y descuidada, la puerta era tremendamente pesada pero eso no detuvo a Kenia: con todas sus fuerzas la empujó y, al abrirla, encontró una enorme cantidad de fotografías, ropa, recuerdos… pero lo que realmente la sorprendió, fue una enorme pintura. En ella se observaba la imagen de un hombre cargando una hermosa bebé.

Sin pensarlo mucho bajó las escaleras, fue directo hacia su madre, quien al verla le preguntó ¿De dónde sacaste esa llave? Kenia no le contestó, la miró con tristeza y antes de romper en llanto le dijo: - Mamá, encontré esta llave y vi la pintura. También encontré muchas fotografías ¿Qué pasó? Por favor, quiero la verdad.

Su madre, que la escuchaba en silencio, miró a su alrededor, quizás tratando de ocultar las lágrimas que bajaban por sus mejillas, hizo una pausa a su dolor y contestó lentamente: -Mira Kenia, si te lo escondí fue por tu bien, para que no sufrieras.

Kenia, que aún no comprendía, repitió lentamente: -Mamá, necesito que me digas la verdad.

La madre respiró profundamente, hasta que logró que de su boca brotaran esas palabras que narraban la verdad que tanto le lastimaba contar.

- Está bien mi niña. Desde muy chiquita siempre has sido muy madura para tu edad y sé que sabrás asimilar lo que a continuación te diré: cuando tenías cinco años, la situación del país donde vivíamos, de nuestra tierra, era convulsa. Sus gobernantes se olvidaron del pueblo y su dolor, estabas en peligro y tu papá y yo queríamos que crecieras en un lugar de paz. Cruzamos la frontera ilegalmente. Con dolor y temor vimos a tu papá alejarse, mientras entre matorrales y callejones una nueva vida empezaba para nosotras. Nunca más supimos nada de él. Como tantos otros, desapareció. El conflicto se lo llevó.

A partir de ese día, Kenia apoya campañas contra el maltrato a los migrantes, va a charlas para informarse muchísimo mejor y brindar más ayuda de la que ya ofrecía. Catorce años después Kenia terminó la universidad y creó su propia organización que tenía como objetivo principal ayudar a las familias que intentan huir del dolor de la guerra y del conflicto interno, para que ninguna niña o niño tenga que preguntar “¿cuándo regresará mi papá?”

Jurado

• Gilberto Alfaro •

• Doriam Díaz •

• David Cruz •

• Floria Jiménez •

• María de los Angeles Jiménez •

• Yanancy Noguera •

• Raquel Cantero •

• Ana María Hernández •

• María Fournier •

Créditos

Producción Editorial:
Asociación Libros para Todos

Ilustraciones:
Casa Garabato / Colaboración de Ruth Angulo, Efrén Alpízar, Arturo Rodríguez y Melvin Cruz.

Retoque:
Producción Fotográfica

Edición:
Equipo ADA

Impresión:
GN Impresos 2018

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Asociación Libros para Todos y la Asociación Amigos del Aprendizaje (ADA).

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