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Portada Mi Cuento Fantástico 2019

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Una serpiente diferente

Una serpiente diferente PRIMER LUGAR - tercer grado

Navegando en la barba de un gigante

Navegando en la barba de un gigante SEGUNDO LUGAR - tercer grado

El valor de la mujer

El valor de la mujer PRIMER LUGAR - cuarto grado

Ana y el lápiz mágico

Ana y el lápiz mágico SEGUNDO LUGAR - cuarto grado

Una tortuga baula en San José

Una tortuga baula en San José PRIMER LUGAR - quinto grado

Las aventuras de Gotita

Las aventuras de Gotita SEGUNDO LUGAR - quinto grado

El bosque igualitario

El bosque igualitario PRIMER LUGAR - sexto grado

Jordan, el basquetbolista sobre ruedas

Jordan, el basquetbolista sobre ruedas SEGUNDO LUGAR - sexto grado

Mi Cuento Fantástico 2019

La imaginación de los niños le da vida a este libro que reúne ocho historias ganadoras del Concurso Nacional Mi Cuento Fantástico 2019. A través de sus personajes, los autores expresan sus ideas, narran sus vivencias y plantean soluciones a problemas del entorno, como la desigualdad, la contaminación ambiental, la escasez de agua y el acoso escolar.

Desde el año 2012, este certamen cumple con el objetivo de fomentar la lectura y la escritura creativa en las aulas de primaria, gracias al liderazgo de docentes, bibliotecólogos y directores escolares. En esta octava edición participaron 19.000 estudiantes, con la guía de 1075 docentes, en 378 escuelas de Costa Rica.

El jurado eligió 12 ganadores nacionales y 27 regionales, uno por cada dirección regional. Aquí se publican los cuentos que obtuvieron primero y segundo lugar a escala nacional en cada grado, de tercero a sexto de primaria.

La versión digital del libro está disponible en el sitio web del concurso (www.micuentofantastico.cr). En este sitio también se encuentra la nueva Colección Fantástica, una serie de recursos pedagógicos basados en cuentos ganadores del certamen, con actividades para facilitar la enseñanza de la lectura, la escritura y la comprensión.

Esta colección fue creada por la Asociación Amigos del Aprendizaje (ADA) y avalada por la Asesoría Nacional de Español, de la Dirección de Desarrollo Curricular del Ministerio de Educación Pública (MEP). Cada mes se publican nuevos recursos, con el propósito de apoyar la implementación de los programas de estudio de Español de primaria.

 

Recursos pedagógicos gratuitos para trabajar la lectura y la escritura en el aula, con base en cuentos ganadores del certamen. Disponibles en www.micuentofantastico.cr

 

Una serpiente diferente

Autora: Genessis Valeska Gutiérrez Viachica
Escuela: República de Paraguay
Docente: Nydia Patricia Sánchez
Bibliotecóloga: Jorge L. Vega
Directora: Estrella Martiza Quirós
Dirección regional: San José Central

Érase una vez una serpiente muy buena llamada Keyla. Era una pitón muy respetada por su sentido de justicia y solidaridad para con los demás animalitos que asistían a su misma escuela y los maestros y maestras que le daban clases. Siempre participaba en todo lo que se le pidiera y era la primera en ayudar a quien lo necesitara. Un martes, ella se despertó muy diferente. Por la mañana le dijo a su mamá: - Hoy no me alistes ratón vivo de merienda, prefiero solo ensalada.

- ¿Por qué, si esa ha sido siempre tu merienda favorita?-, preguntó extrañada mamá Pitón. - De hoy en adelante solo comeré frutas y vegetales, son mejores para la salud-, respondió Keyla. ¿Qué le pasará a mi hija?, se preguntó la madre. Definitivamente, Keyla había cambiado. Veamos el porqué...

El lunes, por la mañana, se presentó a la escuela de animalitos un pequeño ratoncito llamado Fernando. Todas las serpientes lo miraban con vivos deseos de devorarlo, pero sabían que en ese lugar todos podían caminar sin temor a que otros se los comieran pues, de lo contrario, la directora Lechuza se encargaría de castigar a los culpables. Nadie quería hacerla enojar, ya que contaba con la ayuda del señor León, quien se paseaba por los pasillos velando porque todo estuviera en orden.

A pesar de los esfuerzos de la señora Lechuza, del señor León y los profesores, había un pequeño grupo de serpientes que siempre andaba perturbando a los otros estudiantes.

- Hoy serás mi merienda-, le susurró una al oído al pobre Fernando, quien temblaba de solo pensar que sería engullido por semejante animal.

- ¡Hoy mi merienda está aquí!-, dijeron todas a coro.

La única que guardó silencio fue Keyla.

- ¿Y tú, por qué no dices nada?-, le preguntaron.

- Es que no tengo apetito-, respondió ella ocultando su enojo y se alejó a una distancia prudente del grupo.

Esa mañana el pobre Fernando sufrió el acoso de este grupo cruel y mal intencionado.

Keyla, por su parte, se molestó tanto con la crueldad de sus compañeras y compañeros que se lo contó al señor Castor, un profesor que pasaba por el lugar. Si las serpientes hubieran sabido que Keyla las había traicionado, se habrían vengado, pero nunca lo supieron.

El martes, cuando por fin dejaron de molestar a Fernando, la pequeña pitón se acercó a él.

- Hola, me llamo Keyla, ¿y tú?-, le preguntó.

- Ahora tú me vas a pedir que haga tu tarea-, fue la respuesta del roedor al saludo.

Ella, a manera de broma le dijo: - Perdón, yo no soy así, pero si puedes, por favor ¿me la haces? Solo la de Mate estará bien.

De pronto se escuchó un ruido. -Escóndete, alguien se acerca-, dijo Keyla.

Era Charlie, que se asomaba en forma disparatada por todos los rincones en busca del nuevo alumno.

- Hola Keyla, ¿has visto al ratón Fernando?-, preguntó Charlie, la serpiente ratonera del grupo.

- No, no lo he visto-, contestó ella.

- Si lo ves me avisas, porque le quiero dar un abrazo y una mordidita de bienvenida-, dijo Charlie.

- Está bien-, contestó la pequeña con una risita nerviosa.

- Muchas gracias por esconderme-, dijo el ratoncito, que no dejaba de temblar.

- Con gusto. Gracias por aceptar mi amistad-, respondió la serpiente.

A la mañana siguiente, cuando Keyla llegó a su escuela, vio a Charlie abrazando fuertemente a Fernando, que ya estaba a punto de perder el conocimiento.

Ella no resistió ver lo que estaba pasando y les gritó: - ¡Alto al bullying, déjenlo en paz! Él es un animal como ustedes y todo lo que le hagan es como si se lo hicieran a ustedes mismos.

Todos hicieron silencio, meditando sobre lo que acababa de decir Keyla. De pronto se escuchó la voz de Charlie, quien dijo avergonzado: - Es verdad, lamento haberte agredido y de ahora en adelante seré tu amigo.

Las demás serpientes hicieron lo correcto y, al igual que Charlie, le pidieron disculpas al ratoncito, quien respiraba aliviado de no tener que vivir más el maltrato de sus compañeros.

La pequeña pitón, justa y sabia, añadió: - ¿Ven como hablando se arreglan todas las diferencias? El bullying no es una respuesta y todos merecemos respeto.

Todo cambió a partir de ese día, todos los animalitos compartían y disfrutaban juntos de la convivencia en la escuela y nadie volvió a sentir miedo.

Navegando en la barba de un gigante

Autor: Josué Arias Gamboa
Escuela: Complejo San Benedicto
Docente: Gabriela Romero Rodríguez
Director: Jorge Durán Araya
Dirección regional: San José Central

Érase una vez un gigante con la barba más larga del mundo. Su barba era tan grande que cuando estornudaba salía volando. El gigante vivía al lado de un pequeño pueblo lleno de gente y, a pesar de acomodar la barba lo mejor que podía, tapaba al pueblo por completo; parecía que siempre estaba lleno de nubes.

El pueblo no veía el sol desde hacía muchos días, la gente que habitaba allí comenzó a aburrirse y a ponerse muy triste por tanta oscuridad. Nunca se habían atrevido a hablar con el gigante, su presencia los asustaba a todos, algunos decían que su voz los podía dejar sordos.

Allí vivían dos niños que, además de ser hermanos, eran los mejores amigos. Ellos pensaron que tenían que hacer algo para salvar a todos del aburrimiento y la tristeza. Entonces, tuvieron una loca idea. Se les ocurrió que podían construir un barco para navegar sobre la barba del gigante y explorar nuevas fronteras, tener aventuras increíbles y compartirlas con los habitantes del pueblo.

Ambos pusieron manos a la obra y lo primero que hicieron fue recopilar todos los materiales de reciclaje que había en su casa. Luego pusieron letreros por el pueblo para recolectar entre los vecinos diferentes materiales que pudieran servir para construir un gran barco.

Las personas estaban muy confundidas, pues no comprendían por qué los niños estaban recogiendo botellas, cartuchos de papel, tapas, latas y periódicos. Nunca antes habían reciclado. Sin embargo, a pesar de parecerles extraño, buscaron entre sus cosas y entregaron a los niños todo lo que encontraron.

Luego de una semana de recolectar materiales, los niños iniciaron la construcción del barco. Empezaron por la proa, luego el mástil, hasta tener un gran navío capaz de atravesar la barba del gigante. Las personas los veían construyendo y, al preguntarles el propósito del barco, ellos contestaban que era la forma de aliviar la tristeza y el aburrimiento del pueblo.

Cuando se dieron cuenta, los niños habían finalizado su barco y podían salir a navegar. Mientras tanto, los habitantes del pueblo estaban esperando que algo increíble sucediera con aquella nave.

Los niños decidieron zarpar.

- ¡Viento en popa!-, gritó uno de ellos.

- ¡Icen las velas!-, dijo el otro. Y salieron de puerto para navegar por tres días.

El primer día atravesaron una zona con rizos y nudos. El segundo día se encontraron con un área llena de sustancias extrañas que salían volando con un estruendo similar a la erupción de un volcán. Y el tercer día llegaron a una especie de cúspide con cuevas que podían explorar. Al parecer, el barco fue llevado a la cabeza y la nariz del gigante.

Ambos niños pensaron que había llegado la hora de invitar al pueblo a viajar con ellos en el barco, pero de repente escucharon una voz muy ronca que les habló.

El gigante estaba molesto porque le dolía cuando navegaban con el barco. Sin dudarlo más, preguntó a los niños si podían bajar de su barba y ellos al escucharlo se asustaron y se alejaron.

El gigante les dijo que él no les haría daño, pero prefería que no jugaran más en su barba porque se sentía mal, estaba enfermo. Entonces, el niño pequeño se acercó al gigante y subió a su mano derecha. El hermano mayor, que era más precavido, al ver lo que sucedía se acercó temeroso, pero subió a la mano izquierda del gigante. Así, los niños y el gigante se hicieron amigos.

Los hermanos le pidieron una prueba al gigante y él hizo lo menos esperado del mundo: se cortó la barba. En ese momento, los dos confiaron en él, pero el gigante también quería saber si podía confiar en los niños y en los habitantes del pueblo.

De pronto se escuchó un gran estruendo… era la enorme barriga del gigante, que tenía hambre. Los pequeños comprendieron y les pidieron a sus padres que cocinaran una enorme sopa de pollo. Cuando lo hicieron, el gigante se la comió con gran gusto y entendió que podía confiar en ellos.

Pero faltaba algo, el gigante seguía resfriado. Entre todos buscaron un limón enorme, el más grande que encontraron en el limonar del pueblo, y le hicieron una limonada en una gran jarra de madera.

De repente, el suelo del pueblo empezó a temblar de forma inesperada y violenta. ¡Terremoto!, gritaban los niños, mientras muchos corrían desesperados y otros, como el gigante, trataban de mantener la calma y dar seguridad a los más atemorizados.

¡No corran!, decía el gigante, cuando a lo lejos, en la montaña, vieron como salía lava de grietas enormes. El pueblo entero estaba en peligro. El gigante, noble de corazón y agradecido por todo lo que habían hecho por él, comprendió que podía ayudarles.

Con un poco de esfuerzo y usando sus dos inmensas manos, cogió todo el pueblo, lo levantó por el aire y de un taconazo en el suelo hizo un agujero para poner al pueblo al otro lado del valle.

De ese día en adelante, el gigante y los habitantes del pueblo vivieron en armonía. El sol brillaba cada mañana iluminando la linda amistad entre el gigante, los dos niños y todos los habitantes de aquel pueblo.

El valor de la mujer

Autor: Andrea Castro Cervantes
Escuela: 12 de marzo de 1948
Docente: Rosibel Quesada Valerio
Directora: Luz Alba Monge Mora
Dirección regional: Pérez Zeledón

Hoy es un día diferente. Elena ha salido temprano de la escuela y, junto con su familia, se dirige a la casa de su abuelita para compartir con ella este día tan especial.

Al llegar a la casa, Elena entró con una cara no muy animada. Su abuela, preocupada, le pidió que la esperara un momento en el comedor.

Al cabo de un rato, su Abue, como le decía de cariño, le ofreció unas galletitas que había preparado y le dijo: - Dime mi muñequita, ¿por qué tienes esa cara?

- No es nada Abue, tranquila, ya se me va a pasar.

- Claro que sí es algo, ¡ya mismo me lo vas a contar!-, respondió la abuela

- ¡Ay Abue, no me está yendo muy bien en la escuela! No entiendo por qué hay que aprender tantas operaciones si ya existen las calculadoras, hasta los celulares las traen. O por qué hay que aprender sobre las montañas, ¡si ya existen!

- Mira Elena, toda cosa nueva que aprendas ahora te va servir en algún momento de tu vida. Todo lo que hagas desde ahora va a marcar tu futuro y el de muchas más niñas, tal como marcaron tu presente otras mujeres en el pasado.

- ¿Cómo? ¡Ya me hiciste un enredo!

- Te voy a mostrar este álbum de fotos de mujeres y vas a entender. Presta mucha atención a lo que voy a contarte. Vamos a empezar con doña Pacífica Fernández.

- ¡Sí, ella hizo la bandera de Costa Rica!

- Fue la primera mujer en ocupar el cargo de primera dama del país, gracias a su esposo, José María Castro Madriz. Y sí, tienes razón, ella hizo la bandera que siempre admiramos, puso su corazón al hacer la obra que con sus colores marca nuestro hogar y así se forjó un lugar en la historia por mérito propio

- ¡Ohh abuela, esto sí es interesante!

- Pero pon atención, faltan muchas mujeres más. Francisca Carrasco, conocida como Pancha Carrasco, fue una humilde campesina que aprendió a leer y escribir sin siquiera ir a la escuela. Cuando escuchó el llamado para formar las tropas y defender a Costa Rica de los filibusteros, no lo pensó dos veces y se convirtió en la heroína de nuestro país. Murió pobre, pero llena de orgullo por su valentía. Gracias a su aporte nuestro país es libre.

- ¡Qué valiente fue Pancha!

- Así es, no era fácil en esos tiempos hacerse escuchar. La mujer se creía posesión del papá y luego del marido, pero eso empieza a cambiar poco a poco, cuando aparecen otras mujeres a luchar. Emma Gamboa se dedicó a la educación, ayudando a los niños con mejores estudios; también ayudó a fundar la Facultad de Educación en la Universidad de Costa Rica y luchó junto a María Teresa Obregón Zamora para que las mujeres tuvieran participación política y derecho al voto. En 1949 logran ese derecho y Bernarda Vásquez es la primera mujer que vota, gracias a la lucha de estas heroínas. Doña María Teresa fue una de las primeras diputadas de nuestro país.

- ¡Qué mujeres más valientes, Abue! De verdad tienes razón en que cada una ha ayudado en varias cosas. Yo no lo sabía.

- Así es, y es muy triste que no se les reconozca su esfuerzo como se debe. Fíjate que María Isabel Carvajal, la que escribió los Cuentos de mi tía Panchita que tanto te gustan, luchó por los más pobres y por la educación de los niños, pero sus ideas estaban en contra de otros y fue expulsada de este país que tanto amó.

- ¡Qué triste! Sí, ¡ella es tan famosa por lo que escribió!

- Sí Elena, gracias a su esfuerzo motivó a que otras mujeres se animaran a escribir y llenaran de alegría con sus lecturas a tantos niños y jóvenes.

- Ya sé, ya sé, como Lara Ríos, Floria Jiménez, Ani Brenes y Evelyn Ugalde.

- Muy bien mi niña, veo que te gusta leer. Ellas, junto a otras escritoras más, han logrado ser profesionales, como Felícitas Chaverri, que fue la primera mujer en estudiar en una universidad en nuestro país.

- ¡Ay abuela, que montón de mujeres importantes!

- Y son todavía muchas más, como Ángela Acuña, que fue la primera abogada, y Laura Chinchilla, la primera mujer presidenta de Costa Rica. Actualmente, otras mujeres abren camino a las que vienen, por ejemplo: Sandra Cauffman que es directora de una división en la NASA, también está Karla Chaves, que con sus ideas ayuda a cuidar al medio ambiente con su proyecto Ecolones, o Gabriela Mora, primera mujer en dirigir la Orquesta Sinfónica Nacional.

- Qué hermoso abuelita, qué montón de historia y qué montón de mujeres importantes ¿Por eso decidiste estudiar después de tanto tiempo?

- Sí Elena. No importa el lugar que ocupa una mujer, si es ama de casa o profesional, si tiene hijos o no, hay que darle siempre el valor que merece porque una mujer entrega su corazón y es valiente por cumplir sus sueños.

Lo que aprendas en la escuela te va a servir en algún momento, porque gracias a esas mujeres tienes grandes oportunidades. Valora su esfuerzo, así como el de tu mamá, el de cada mujer que conozcas y el mío, porque los sueños que cumplas ahora serán oportunidades para otras niñas.

- ¡Es cierto! Mi mamá siempre dice una fase que leyó una vez: “El futuro pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños”.

- Así es Elena. Y ahora vamos a prepararnos, porque hoy es mi graduación de bachillerato y no me la puedo perder.

-Gracias Abue por tu ejemplo, estoy orgullosa de ti. ¡Gracias por enseñarme el valor de la mujer!

Ana y el lápiz mágico

Autora: Rebeca Monge Garbanzo
Escuela: Cecilia Orlich Figueres
Docente: Karen Jiménez Camacho
Bibliotecólogo: Damián Padilla Calvo
Directora: Ericka Solano Núñez
Dirección regional: Desamparados

Había una vez una niña pobre y muy hermosa llamada Ana. Iba a la escuela pero no se sentía bien, ya que le hacían bullying porque le gustaba mucho leer y dibujar. Su lugar favorito era la biblioteca, en donde había muchos libros; era como entrar a un mundo mágico, grande y maravilloso, con infinidad de personajes, algunos con historias reales y otros llenos de fantasía.

Un día en la escuela, cuando tocaron la campana para salir a recreo, Ana estaba sola y se dirigía a la biblioteca. De repente llegó Gabriela, una niña de cabello rizado y ojos café, muy vanidosa y egoísta, que se encontraba con sus amigas y le empezaron a pegar y a decir cosas horribles a Ana, cosas que ella no podía soportar. Tanta era su tristeza y dolor que se puso a llorar.

Al ver que habían logrado su objetivo, que era maltratarla psicológicamente y físicamente, dejaron de pegarle y le dijeron: - Si dices algo, te las verás con nosotras.

Ana, muy asustada, se quedó en el aula llorando y pensó en que no quería volver a la escuela, porque le daba miedo que le siguieran pegando y molestando.

Al salir de clases, de camino a su casa, se encontró con una abuelita que tenía la mirada y la sonrisa muy tierna, en ella se podían notar los años de sabiduría. La señora se le acercó y le dijo: - Hola, me llamo Flor, veo que eres una niña muy especial. Te voy a dar este lápiz, es mágico, cuídalo mucho.

Era un lápiz de color azul. En ese momento Ana pensó: ¿por qué me está dando ese lápiz? ¡Seguro es una mentira!

Sin embargo, lo aceptó con una sonrisa, le dio las gracias a la abuelita y se fue para su casa intrigada con el dichoso “lápiz mágico”.

Al llegar a casa, su madre tenía listo el almuerzo. Se dispuso a comer y al terminar quiso probar el misterioso lápiz. Como no tenía amigas, sintió el deseo de dibujar a una niña, pensando que esa sería su amiga, aunque sabía que no era real ni iba a serlo.

Comenzó por la cabeza. El cabello sería rubio y con dos colitas, una a cada lado; los ojos azules, una nariz chistosa, la boca con los labios rojos como una manzana, las orejas, el cuello, el cuerpo con un vestido a rayas rojas y blancas, con un lazo en la parte derecha de su vestido, las manos, los pies con zapatos blancos con flores.

Al terminar el dibujo, escribió el nombre “Elvira” en la parte superior de la hoja y se levantó de la silla para salir del cuarto.

De repente pasó algo extraño... algo brillaba, era una luz demasiado fuerte, por lo que tuvo que cerrar los ojos. Al abrirlos vio que el dibujo se salió de la hoja y la niña se había vuelto real; Ana no lo podía creer, empezó a gritar y a correr de un lado para otro, sin comprender qué era lo que ocurría.

Cuando se tranquilizó, el dibujo le dijo: - ¡Hola!

Entonces Ana le preguntó: - ¿Qué es lo que pasa? ¿Cómo es posible que pudieras salir de una hoja?

- Tu lápiz es mágico, puede hacer que todo lo que dibujes se vuelva real, pero te quiero advertir… si dices algo a alguien, todo lo que has dibujado va a desaparecer y el lápiz ya no será mágico-, respondió la niña del dibujo.

Ana se asustó, pero al rato olvidó el susto. Las niñas jugaron toda la tarde: muñecas, rompecabezas, adivinanzas, todos los juegos que Ana recordaba y otros que inventaba, hasta que se cansaron.

Ya avanzada la noche, Ana le contó a Elvira lo que le pasaba en la escuela. Ella, muy triste, le aconsejó que le dijera a su maestra lo sucedido. Ana le explicó que tenía mucho miedo porque Gabriela la había amenazado, pero Elvira le dijo que confiara en su maestra, que ella sabría de qué manera actuar ante el bullying.

Ana lo pensó y le dio las gracias por el consejo. Al día siguiente, al llegar a la escuela, con un poco de miedo le contó a la maestra lo que le hacían Gabriela y sus amigas en los recreos.

La maestra habló con las niñas; ellas reconocieron su error, pidieron perdón a Ana y prometieron no volver a hacerlo a nadie más. También le preguntaron a Ana: - ¿Podemos ser amigas?

Ana, muy contenta, respondió que sí.

Al llegar a casa Ana buscó a Elvira, pero ya no estaba. Se había ido, dejando una nota que decía: “Ya venciste tus miedos y tienes nuevos amigos, confiaste en la ayuda de los demás. Mi trabajo ha terminado, me divertí mucho contigo, fue un gusto conocerte”.

Con una lágrima de tristeza, Ana tomó el lápiz y se dibujó con Elvira para estar juntas otra vez, pero ya no era posible, su amiga ya no estaba. Entonces comprendió que no iba a volver, pero recordó que tenía nuevas amigas gracias a los consejos de Elvira y por esta razón nunca la iba a olvidar.

Una tortuga baula en San José

Autora: Daniela Badilla Castillo
Escuela: Santa Eulalia
Docente: Jafeth Quesada Sánchez
Directora: Ana Desideria Alfaro Vargas
Dirección regional: Alajuela

Una mañana calurosa de viernes, en la costa guanacasteca, dos tortugas Baula se metieron al mar para refrescarse. Sus nombres eran Zack y Titú.

Entre más se adentraran, más fresca sería el agua del mar. Zack, de cuerpo pequeño y delgado, era más ágil y arriesgado, le gustaba sumergirse; mientras que Titú era más más grande, pesada y temerosa, prefería quedarse cerca de la superficie.

De pronto Titú no vio a Zack por ningún lado y empezó a preocuparse. Pasaron los minutos y su amigo seguía sin aparecer. Titú sabía que a su amigo le gustaba permanecer bajo el agua, pero ese día había durado más de lo normal, por lo que decidió sumergirse con cuidado para buscarlo.

Conforme nadaba hacia el fondo vio algo grande a la distancia que se movía. Parecían varias medusas, por lo que decidió acercarse a preguntar y conseguir información de su arriesgado amigo.

Cuando estuvo cerca vio que no eran medusas, sino objetos casi transparentes que envolvían por completo a Zack, dejando unos pequeños espacios de aire para que apenas pudiera respirar.

Titú había oído hablar de unas cosas que nadaban y que las personas llamaban bolsas plásticas. Contaban que esos objetos eran muy peligrosos y habían matado a muchas otras tortugas y peces en los últimos años.

Al ver a su amigo encerrado intentó sacarlo, pero seguían llegando más bolsas que lo atrapaban. Zack le dijo a Titú que fuera por ayuda para sacar las bolsas que había en el mar y de esta forma salvarse él también.

Saliendo rápidamente a la playa, Titú intentó pedirle a unas gaviotas que la ayudaran, pero ninguna podía sumergirse tan profundo.

Cerca había una mantarraya y le dijo que mejor fuera a hablar con los niños de la capital, ya que a los adultos parecía no importarles que los animales marinos murieran.

Calculando, Zack podía aguantar la respiración debajo del agua un día más.

Titú salió a la arena y luego caminó por la acera mientras las personas se le quedaban viendo. De pronto vio un bus orillado que decía: San José. La tortuga se metió en el maletero a esperar a que se fuera. Cuando finalmente el bus arrancó, empezó a pensar en lo que les diría a los niños de la capital para que la ayudaran a salvar Zack.

Después de varias horas, el bus llegó al final del recorrido. Titú sentía que el viaje había sido eterno. Cuando abrieron el maletero se bajó y empezó a caminar por San José, las personas la observaban y la señalaban mientras avanzaba por la Avenida Central.

- ¡Necesito que ayuden a mi amigo! Él está atrapado entre bolsas plásticas en el mar. Si no llego pronto morirá ahogado-, gritaba Titú, pero nadie le ponía atención. Solo la señalaban y la veían con admiración mientras iba pasando.

Al llegar al Parque Central de la capital vio un grupo de niños escolares que estaban sentados en una banca. Titú se les acercó y les explicó lo que había pasado. Uno de ellos salió corriendo y volvió de la mano de su maestro, que se veía muy preocupado por la historia que le habían contado. Agarraron a la tortuga y se la llevaron a la escuela.

El maestro llamó a los papás de los estudiantes para que los dejaran ir a limpiar la playa y así salvar a Zack. Pero ese día no se pudieron ir, sino hasta el siguiente día.

Al amanecer, una buseta salió rumbo a la playa con Titú, varios escolares y el maestro. Iban muy rápido porque temían que Zack no aguantara más tiempo. Al llegar alquilaron una lancha y empezaron a recoger el montón de bolsas plásticas que había en el agua.

El maestro se puso un traje de buzo y se sumergió adonde Titú le había dicho que estaba su amigo. Mientras bajaba, guiado por la tortuga Baula, vieron a Zack más enredado entre bolsas plásticas, pero aún con vida.

El hombre agarró a la débil tortuga, la llevó a la superficie y le quitó la basura que la tenía atrapada. Finalmente Zack volvió a ser libre.

Con los ojos llenos de lágrimas de felicidad, Titú les dijo a los estudiantes y al maestro: - Gracias por salvar a mi amigo Zack de la cárcel de bolsas plásticas. Por culpa de ellas estuvo a punto de morir al igual que otras especies de animales. Solo la ayuda de los humanos nos podrá proteger de estos objetos peligrosos que ponen en riesgo nuestras vidas.

Felices por su trabajo, los niños y el maestro se bañaron en la orilla del mar mientras Zack y Titú volvían a nadar juntos en las aguas frescas del océano.

Las aventuras de Gotita

Autor: Cristopher Isaac Barquero Badilla
Escuela: Escuela de Excelencia Los Geranios
Docente: Francini Monge Villalobos
Directora: Laura Zúñiga Cowan
Dirección regional: Guápiles

Había una vez una gotita de agua que vivía en una nube y amaba bailar. ¡Bailaba todo el día! Cuando terminaba, veía videos o inventaba nuevos pasos.

Un día Gotita estaba bailando en su nube, giraba con los ojos cerrados, llegó a la orilla y se resbaló. Comenzó a caer, daba vueltas en el aire, sonreía, parecía que estaba bailando. Cuando llegó al suelo, cayó en un enorme charco.

- ¡Hola! ¿Quién está ahí?-, preguntó alguien.

Gotita, con un poco de miedo, preguntó - ¿Quién dijo eso?

- Soy Charquito -le respondieron-. Soy el más grande de este lugar. ¿Cómo te llamas?

- Soy Gotita y me gusta bailar.

- ¡Oh!, ¿te gusta mucho?

- Sí, me gusta muchísimo bailar y aprender todo sobre bailes, concursos, nuevos pasos, ¡wow! Hay tantas cosas interesantes. ¿Qué te gusta hacer?

- Bueno, me gustan los sonidos de la naturaleza y contar peces, ranas y también rocas-, respondió Charquito.

Gotita estaba feliz de tener un nuevo amigo. Mientras hablaban descubrió que no sabía dónde estaba, así que le preguntó: - ¿Estamos en Costa Rica?

- Sí, ¿por qué preguntas?

- No, por nada-, dijo Gotita con la voz apagada.

Sí ocurría algo, extrañaba su casa y no sabía cómo volver. Continuaron hablando por un largo tiempo hasta que hablaron de sus hogares, Gotita se puso triste de nuevo y contó lo que pasó.

- Mi casa está allá arriba, en esa nube blanca. Bailaba y no vi lo cerca que estaba de la orilla, resbalé... la verdad extraño mi casa, ¡es tan blanca y esponjosa!

Charquito no quería que estuviera triste, entonces la invitó a bailar para que se sintiera mejor. Aprovecharon que se escuchaba una música a lo lejos.

De repente quitaron la música y se escuchó una voz humana.

- ¿Qué es ese ruido?-, preguntó Gotita.

Era la televisión. El periodista narraba las noticias de última hora: “Escasez de agua en todo el país. Una familia reporta que no ha tenido agua en su casa durante todo el día. A los treinta minutos de este reporte llamó otra familia más diciendo lo mismo y ¡no lo van a creer!, a los quince minutos de eso llamó una familia más contándonos sobre la falta de agua en su comunidad. Funcionarios de Acueductos y Alcantarillados buscaron el problema, dijeron que había gran escasez debido a la ola de calor que hay en el país y a la falta de conciencia de las personas en el uso adecuado del agua...”

El periodista siguió hablando, pero Gotita ya no prestaba atención; estaba preocupada, no sabía qué hacer para ayudar a solucionar el problema que acababa de descubrir.

- ¿En serio hay escasez de agua?-, le preguntó a su amigo.

- Sí, hay mucha, desde hace tiempo las personas desperdician agua. Cuando realizan actividades, como lavar el carro o sus dientes, dejan correr el agua en lugar de usar lo necesario-, explicó Charquito.

Gotita caminó por las casas de las personas para escuchar qué decían. La mayoría de la gente decía que haría lo que fuera para enseñarles a otros a no desperdiciar agua, se prometían unos a otros que ahorrarían agua si volviera.

Ella pensaba cómo podía ayudar. En su cabeza, una idea se formó; estaba decidida, tenían que hacer algo.

Volvió adonde Charquito: - Oye, ¿eres fuerte?

- Claro que sí-, contestó Charquito.

- Entonces lánzame hasta la nube que está allá, la más oscura.

- ¡Ok! Lo intentaré.

Charquito tomó impulso y la lanzó... gritó de alegría cuando vio que su amiga llegó hasta la nube.

Al llegar, Gotita buscó a las demás gotas. Les explicó lo que estaba pasando abajo y que necesitaba su ayuda.

Las gotas de lluvia escucharon a Gotita y su historia de cómo los humanos desperdiciaban agua. Parecía una historia de terror, las gotas tuvieron miedo, entraron en pánico. Una inclusive se tiró hasta otra nube y gritó: -¡Sálvese quien puedaaa!

Gotita les dijo que se tranquilizaran, pues encontrarían la manera de detener el desperdicio. Ella había escuchado a las personas y prometían que cuidarían más el agua si volviera, parecía que habían aprendido la lección.

Gota de lluvia, que era el líder, hizo un plan: cada vez que una persona desperdiciara agua se irían temporalmente para que la gente recordara lo difícil que es vivir sin agua.

Todas las gotas estuvieron de acuerdo. Hicieron una fila y se tiraron, cuando estaban en el aire bailaron juntas, Gotita nunca había estado tan feliz.

Eran tantas gotas que juntas formaron un gran aguacero que llenó el tanque de abastecimiento y volvió el agua.

Las personas estaban tan felices cuando regresó la lluvia que cumplieron sus promesas y dejaron de desperdiciar agua, los que sabían ahorrar más agua ayudaron a los que no sabían.

La gente desde ese día ahorraba agua para que no se repitiera una tragedia así, cuidaban tanto el agua que no fue necesario cumplir con el plan de irse. Gotita se convirtió en la heroína.

El bosque igualitario

Autor: Giuliana Corsi Esquivel
Escuela: Colegio Nuestra Señora de Sion
Docente: Karla Romero Torres
Bibliotecólogo: Maynor Murillo
Directora: Laura Jiménez Abarca
Dirección regional: San José Norte

En un bosque lejano y muy feliz había una ardilla llamada Lissie. Le gustaba hacer muchas actividades que para los demás eran “cosas de machos”, pero no le importaba mucho lo que los demás pensaran de ella.

Todos los 12 de abril, el bosque acostumbraba a realizar una carrera en la que normalmente solo participaban machos. Lissie siempre había querido participar.

Ella se preguntó: - Si yo quiero participar en esta carrera, ¿por qué nunca lo he hecho?, ¿porque soy hembra?

Entonces decidió postularse y hacer la carrera. Entrenó mucho para demostrar que las hembras podían hacer lo mismo que los machos.

Por fin llegó el día. Pájaros, conejos y muchos animales más se reunieron y empezaron la carrera. Todos se reían de Lissie, decían que no iba a llegar ni a la mitad de la carrera. A ella no le importó y siguió hasta su meta. Fue una competencia muy fuerte, pero Lissie no se rindió.

Al final de la carrera no logró ganar, pero eso hizo que ella se esforzara mucho más todavía, pues Lissie no iba a dejar que creyeran que perdió porque era hembra.

Al día siguiente fue al restaurante donde estaban los que se reían de ella y les dijo:

- Hagamos una carrera. Si gano tienen que apoyarme y apoyar a todas las hembras que quieran participar.

Ellos aceptaron el trato pensando que nunca ganaría. Nuevamente se burlaban de la ardilla, pero a ella no le importó y entrenó mucho todos los días. En las mañanas iba a correr, se alimentaba muy bien y todo eso se dio con la ayuda de su mamá, quien todo el tiempo estuvo ahí apoyándola.

Llegó el día de la carrera y Lissie se dio cuenta de que otra hembra, llamada Teddy, se había postulado. Teddy le dijo a Lissie que era una gran inspiración para ella, fue quien la animó a salir de su casa para hacer lo que más le gustaba y que siempre había querido hacer, que era correr, pero que antes no se animaba por ser hembra.

Empezaron la carrera y los machos se confiaron mucho e iban lo más lento que podían, en modo de burla.

Había muchos obstáculos. Primero tuvieron que pasar por un lugar donde había que agarrarse de muchas lianas para poder pasar y no caer al agua, fue muy difícil. Luego pasaron por un lugar en donde los animales más grandes -como los elefantes- eran pequeños, y los más pequeños -como las hormigas- eran enormes. Fue más difícil aún.

También tuvieron que atravesar un bosque tenebroso y embrujado que estaba todo lleno de lodo y se podían resbalar fácilmente….hasta que, por fin, llegaron a la meta.

Los machos, por confiarse, se quedaron atrás. Al final, quien ganó la carrera fue Teddy. Todo el bosque se quedó impactado.

Así fue como, poco a poco, se hizo mucho más común que en el bosque las hembras hicieran lo que más les gustara sin importar su género. Al igual, los machos también empezaron a respetar y a apoyar lo que a las hembras les gustaba hacer.

Jordan, el basquetbolista sobre ruedas

Autor: Diego Alberto Machado
Escuela: Los Ángeles
Docente: Ana Lizbeth Infante Meléndez
Director: Fray Alexis Páez Ovares
Dirección regional: San José Oeste

Era un día cualquiera, en Costa Rica, cuando un joven de 12 años se interesó en el baloncesto mientras veía un partido junto a su padre. Él se llamaba Jordan y rápidamente se convertiría en un fanático de ese deporte.

Jordan le pidió a su mamá que lo inscribiera en un equipo para practicar baloncesto. Su madre, llamada Amelia, se preocupó mucho y no sabía cómo manejar la situación. Ella pensó que no lo aceptarían, pues Jordan tenía que usar silla de ruedas porque no podía caminar.

La madre de Jordan era muy esquiva cuando su hijo le preguntaba: - Mamá, ¿ya me inscribiste en el equipo?

Ella siempre tenía una excusa: - Hoy no pude ir, estaba haciendo mercado-. Otro día le decía: - Estuve en una cita médica.

Y así, cada vez que le preguntaba, ella tenía una respuesta diferente.

Un día Jordan la confrontó, diciendo: - Mamá, tengo que decirte algo, creo que no has querido ir a inscribirme en baloncesto, ¿tienes miedo de que te digan que no puedo jugar?

Amelia se quedó sin palabras y, con la cabeza baja, le respondió: - Jordan, hijo mío, es cierto, no he querido ir. Yo creo en ti, pero no estoy segura de que los demás piensen igual que yo, tengo miedo de que puedan herirte.

Jordan era un joven muy perseverante y había aprendido a ser fuerte y nunca dejarse aminorar por su condición, siempre decía “si no lo intentas, nunca sabrás si puedes hacerlo”. Con un abrazo fuerte, le pidió a su madre que le ayudara con su gran sueño.

Al día siguiente, Amelia fue al Instituto Deportivo de Escazú a ver si le daban cupo a su hijo en el equipo. Su sorpresa fue que la recibieron con mucha amabilidad y le pidieron que empezara al día siguiente.

El primer día de entrenamiento Jordan estaba muy entusiasmado, con temor, pero no paralizado por el miedo. Más bien tenía muchas ganas de llegar al gimnasio y ver quiénes serían sus compañeros.

Llegó a la clase y empezaron a entrenar. Jordan no podía tirar bien y los demás empezaron a burlarse, excepto un compañero llamado Isaac, quien le ayudó a practicar y a mejorar. Con el tiempo, se volvieron mejores amigos y siempre entrenaban juntos.

Isaac era uno de los mejores jugadores del equipo. Lo que nadie sabía es que él había sufrido un accidente junto a sus padres, cuando era niño, y su papá quedó en silla de ruedas debido a las lesiones.

Su papá había quedado discapacitado y había tenido que aprender de nuevo muchas cosas, pero ahora desde una silla. Isaac era un gran líder, muchos de sus compañeros del equipo no entendían por qué pasaba tanto tiempo con Jordan, pero Isaac no les hacía caso, solo continuaba apoyando a Jordan, quien con el pasar de los días se volvía cada vez mejor jugador.

Isaac jamás pensó que lo que vivió con su padre le ayudaría con Jordan. Con el tiempo, los demás niños dejaron de burlarse de él y empezaron a respetarlo.

Comenzó la temporada de torneos contra otros equipos. Jordan jugaba en todos los partidos y en casi todos ganaban gracias a su habilidad y al trabajo en equipo que hacía con el resto de sus compañeros.

El día de la final del torneo se enfrentaron contra el equipo de Santa Ana. Los niños del otro equipo, al ver a Jordan, empezaron a burlarse de él, pero al iniciar el juego quedaron sorprendidos, vieron que estaban equivocados y arrepentidos fueron a disculparse.

Al ver aquella acción, Jordan les dijo: - Les agradezco su gesto y me siento bien con sus palabras, siempre me he esforzado mucho para alcanzar mis metas, la diferencia es que me toca esforzarme más que ustedes.

Todos escuchaban con atención a Jordan, quien continuaba diciendo: - Hoy ustedes han aprendido algo y es que no deben juzgar a la gente por su apariencia, que deben ser tolerantes y respetar a los demás, siempre deben dar una oportunidad para conocer a las personas y ver sus capacidades. Nosotros somos un gran equipo, todos tenemos un rol y por eso es que hemos ganado muchos juegos -continuó diciendo-, mis compañeros al principio fueron como muchos, mi presencia les incomodaba, pero hay algo muy cierto, las buenas acciones se contagian y fue lo que pasó con Isaac.

Muchos se preguntaban qué motivó a Isaac a ayudar a Jordan y fue entonces cuando él les contó sobre su padre.

- Siempre me pregunté por qué me había tocado vivir esto con mi papá, y ahora lo entiendo. Dios tenía para mí una misión y empezó con mi padre, me enseñó a tolerar a una persona quien de un día a otro cambió en sus capacidades y, cuando estuve listo, conocí a Jordan. Ahora tengo muy claro mi deseo y lo que debo hacer de ahora en adelante, Jordan será parte de mi sueño, será nuestro sueño-, contestó Isaac a todos, que escucharon atentos.

Ese día todos los niños aprendieron una lección y nunca olvidaron las palabras de Jordan sobre la tolerancia.

Pasaron los años y la amistad que empezó junto con un sueño se había convertido en un proyecto de vida. Jordan ahora era entrenador de baloncesto para niños discapacitados y, junto con Isaac, había creado un instituto deportivo para niños con capacidades especiales, participando en muchos torneos en todo el mundo.

Siempre repetían aquella frase que los impulsaba cada día, “si no lo intentas, nunca sabrás si puedes hacerlo”.

Jurado

• Gilberto Alfaro •

• José Antillón •

• Raquel Cantero •

• Doriam Díaz •

• María Fournier •

• Ana María Hernández •

• Floria Jiménez •

• María de los Angeles Jiménez •

• Yanancy Noguera •

Créditos

Producción Editorial:
Asociación Libros para Todos

Ilustraciones:
Casa Garabato / Colaboración de Ruth Angulo, Efrén Alpízar, Arturo Rodríguez y Melvin Cruz.

Retoque:
Producción Fotográfica

Edición:
Equipo ADA

Impresión:
Grupo Gráfico SRL 2019

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Asociación Libros para Todos y la Asociación Amigos del Aprendizaje (ADA).

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